miércoles, 20 de febrero de 2013

El Nacimiento

Tras "La Cubrición" la vaca pudo quedar preñada o no. Si no quedó preñada se repetirá el celo al poco tiempo y el toro andará de nuevo con ella. Normalmente si son hembras jóvenes y fértiles no tienen demasiado problema para quedar preñadas. A medida que pasan los años las vacas van perdiendo fertilidad hasta el punto que nunca más quedarán preñadas. Estas vacas, si fueron buenas quedarán en la finca hasta el final de sus días como homenaje y recompensa a la bravura aportada a la ganadería. Si su descendencia no fue la adecuada son desechadas como "desvieje". También existen vacas que nunca quedan preñadas. Son las llamadas "machorras". Repiten el celo una y otra vez y en cuanto el vaquero se da cuenta son desechadas porque que ocupan un puesto en la vacada sin producir. 

Hay vacas que aunque ya no puedan parir tienen el honor de morir de viejas en la finca
Pasados varios meses desde la cubrición, el vaquero, como siempre, repasa el lote. Sabe que la vaca quedó preñada puesto que el semental anduvo con ella un tiempo y no ha vuelto a repetir el celo. Repasa su libreta y allí está apuntada la vaca y la fecha en la que aproximadamente fue cubierta por el toro. La busca entre el resto de madres y ya se le observa la avanzada gestación. Casi han pasado nueve meses y le quedan pocos días para parir. En este tiempo la vaca ha vivido tranquilamente solo con la preocupación de comer y descansar para nutrir al becerro que poco a poco se forma en su interior. Y ya queda poco para que el recental vea la luz del sol por primera vez. A la vaca se le nota el vientre abultado debido al crecido retoño que vive todavía en su interior. Las mamas van creciendo de tamaño para alimentar a su futuro becerro. El vaquero no pasa por alto estos detalles y sabe que pronto la ganadería aumentará su población. Cuando repasa el lote, debido a su afición, hace especial hincapié en estas vacas que están a punto de parir. Hasta que llega el día en que un detalle más aparece. Es, para el vaquero, el indicio del nacimiento. La vaca tiene las ubres repletas y la vulva aparece de mayor tamaño y con más brillo de lo habitual. Es inminente.

A la vaca se le "ve" el becerro en su interior debido al abultamiento que produce
La vaca siente la inmediatez del nacimiento. Normalmente cuando los rayos de luz son breves, al amanecer o al anochecer, como queriendo pasar desapercibida, la vaca se aparta del resto para dar a luz. Escoge un sitio apartado, escondido, cómodo, seco y, por supuesto, tranquilo. Algunas paren de pie y otras echadas. Lo primero que asoma del becerro son las manos y entre ellas la cara. Al poco tiempo el recental sale por completo de su madre. La madre antes que nada, por instinto, se come las "pares" y todos los restos del parto. Inmediatamente atiende a su hijo. Lo lame con recelo por todo el cuerpo para estimularlo y limpiarlo. Es el primer contacto del becerro con su madre. Al poco tiempo el becerro intenta levantarse. Le cuesta un mundo pero el instinto y el hambre aprietan y con esfuerzo logra conseguirlo. La primera reacción del recién nacido es buscar alimento en las ubres repletas de vida de su madre. Él sabe que busca algo que cuelga y se puede confundir incluso con la papada de su madre, pero con la ayuda de su progenitora pronto encontrará las mamas y dentro de ellas el beneficioso "calostro".


El becerro nada más nacer busca la ubre de su madre con insistencia
 Mientras la madre lo sigue limpiando, el becerro se llena la barriga del alimento que llena las ubres. Una vez ingerido el calostro el cansancio de las primeras horas de vida aparece en el recién nacido y el sueño le puede. La vaca deja a su hijo en el lugar más escondido del cerrado y el becerro, alimentado y bien atendido cae rendido. Se dice entonces que el becerro está "encalostrado" y puede dormir casi un día entero tras sus primeros momentos en el campo bravo. La vaca vuelve con el grupo y se alimenta para reponerse de tanto esfuerzo.

La vaca deja a su becerro descansando en el lugar más escondido
 Entonces aparece por allí el vaquero. En cuanto la ve sabe que la vaca ha parido. La curiosidad aparece y busca al becerro por todo el cerrado para ver si es macho o hembra, que pelo tiene y hacerle la señal en la oreja o "enchaparlo". En unas ocasiones su búsqueda tiene recompensa. En el lugar más inesperado se encuentra al becerrro, algunas veces todavía sucio por las patas pero, eso sí, bien alimentado, mimado y escondido. Entonces el hombre se baja de su caballo, observa si es macho o hembra y le hace la señal de oreja de la ganadería o le pone las "chapas" o "crotales". Siendo tan pequeño el becerro ni se entera y el vaquero lo deja en el mismo sitio descansando.
Todavía sucio por las patas, con el cordón umbilical todavía colgando y ya "enchapado"
 En otras ocasiones para el vaquero es imposible encontrar al recién nacido. Lo busca todos los días, pero si no lo encuentra no pasa nada. A los dos o tres días aparece al lado de su madre descansando mientras ella pasta la verde hierba de la finca. En cuanto ve al hombre la vaca por precaución se va hacia otro lugar y el becerrillo, con tan solo varios días, sigue a su madre con esfuerzo y torpeza hacia otro rincón de la finca...

3 comentarios:

  1. Alberto:
    Me has hecho recordar hace años, cuando yo debía tener 15 o 16 años, un reportaje en el que por primera vez se había logrado grabar a una vaca m,brava pariendo. Ese era el Secreto de la Bravura, un misterio del que muy pocos habían sido testigos. Y luego la maravilla que supone ver al becerro que no se aguanta en pie y que ya quiere alcanzar lo que se le pone delante. Que grande es esto del toro.
    Un abrazo y gracias por este paseo por el campo, ha sido una gozada y hasta el frío se ha aguantado bien.

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    1. Enrique:
      Solo he visto a una vaca brava parir y fue algo irrepetible. Si que he visto muchas recién paridas y me he bajado a ponerle los crotales y algunos becerros, como bien dices, con un par de horas ya se arrancaban.

      Me acabas de recordar una anécdota que me contó mi abuelo una vez que está relacionada con eso de arrancarse los becerros recién nacidos. Algún día escribiré de ella.

      Muchas gracias a ti amigo Enrique, por pasarte por aquí y por recordarme aquella anécdota tan graciosa.

      Un abrazo.

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  2. Muchas gracias por este blog Alberto. Me gustan los toros pero la verdad es que ni soy muy aficionada ni desde luego soy conocedora de los pormenores del toreo y me resulta muy gratificante toda la información que cuentas y sobre todo el amor con el que hablas del mundo del toreo.
    Eres además tremendamente respetuoso.
    Estoy aprendiendo y disfrutando mucho.
    Muchas gracias otra vez

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