jueves, 26 de marzo de 2015

Cuando la tierra se orea...(II)

La mañana seguía su curso, como seguía el caballo del vaquero andando sobre las flores, tirando el mosquero de oreja a oreja, con la cola  recogida para no llenársela de barro. El sol, cada vez más alto, parecía que veía venir a la primavera, pero de vez en cuando una brisa un poco más fresca se apropiaba del ambiente, como si todavía fuese el invierno el que mandaba.

La mañana seguía su curso, como el caballo del vaquero andando sobre las flores...
El mayoral y su ayudante llegaron despacio al cerrado. Los utreros estaban relajados, como si descansaran de los días de lluvia y frío. El agua corriendo por el arroyo dejaba sonar una suave melodía, una melodía inmensamente relajante que hacía que el ambiente estuviese dominado por una armonía increíble. Nada molestaba. Las gallinas parecían organizarse para comerse el pienso sobrante y algunos novillos jugaban. Uno se rascaba tranquilamente con su lengua, mientras otro aprovechaba un pequeño desnivel del terreno.

Las gallinas parecían organizarse para comerse el pienso sobrante...
...y algunos novillos jugaban...
...uno se rascaba con su lengua...
...y otro aprovechaba un pequeño desnivel del terreno.
Un utrero castaño terminaba de comer y, como cada día, le dejaba lo que le sobraba a su amigo el gallo. Entonces la tranquilidad se rompió. Uno de los juegos de los novillos pareció calentarse y empezaron a pelearse. El utrero castaño miró al gallo y pareció decirle que se iba a la pelea. Llegó a donde se estaban peleando los otros dos y su amigo corría tras él intentando que no se metiese, pero era tarde. Los que peleaban cayeron al arroyo y se formó una revuelo increíble. Las patas parecían romper el agua y aquella suave melodía dejó de sonar. El gallo se subió asustado a la cancela mientras observaba a su amigo, temiendo que le pasase algo. Un toro de un cerrado próximo se asomó a ver que pasaba y hasta un burro que andaba por allí se acercó curioso.

Un utrero castaño le dejaba lo que le sobraba a su amigo el gallo...
...uno de los juegos pareció calentarse...
...y empezaron a pelearse...
...los amigos se cruzaron la mirada y el utrero pareció decirle que se iba a la pelea...
...llegó a donde se estaban peleando los otros dos...
...el gallo corría intentando impedirlo pero era demasiado tarde...
...los que peleaban cayeron al arroyo y se formó un revuelo increíble...
...las patas parecían romper el agua y aquella suave melodía dejo de sonar.
El gallo observaba desde la cancela temiendo por su amigo...
...un toro del cerrado vecino se asomó a ver que pasaba...
...y hasta un burro que andaba por allí miraba curioso.
La pelea sacaba el agua de su curso a la vez que sacaba a la mañana de su tranquilidad. Los dos que peleaban se mojaban la cara mientras el castaño observaba desde cerca el momento para actuar. El barro y el agua salpicaban por todos lados y el chapoteo se escuchaba en toda la finca, pero los demás utreros no parecían muy alterados. Un jabonero miraba atento y uno negro astifino ni se levantaba. Parecían contagiados todavía por la tranquilidad de la mañana. Entonces el castaño decidió actuar y empujó a los otros dos arroyo abajo. La mañana parecía intentarlos echar de allí y siguieron el curso del agua hasta el alambrado. Allí, abajo del todo, la pelea se endureció. El arroyo parecía tener verdaderas olas y los utreros parecían cabrearse aun más. En ese momento el castaño volvió a entrar en acción y ayudó al negro a sacar al otro del agua. Ganó el negro y el perdedor corrió cansado y mojado a otra punta del cerrado, pero detrás del negro iba el otro castaño, el amigo del gallo. Ya fuera del arroyo se enzarzaron los dos, pero las aguas se calmaron y volvió a sonar aquella suave melodía relajante. Los dos, con las caras mojadas todavía, siguieron chocando sus pitones pero, poco a poco, se fueron relajando y todo acabó en un juego de nuevo.

La pelea sacaba el agua de su curso a la vez que sacaba a la mañana de su tranquilidad...
...los dos que peleaban se mojaban la cara mientras el castaño observaba de cerca...
...un jabonero miraba atento pero tranquilo...
...y otro utrero muy astifino ni se levantaba.
Entonces el castaño decidió actuar y empujó a los otros dos arroyo abajo...
...el arroyo parecía tener verdaderas olas...
...el castaño volvió a entrar en acción y sacaron al otro fuera del agua...
...ganó el negro, pero detrás iba el amigo del gallo...
...se enzarzaron los dos pero poco a poco fueron calmándose.
La calma se adueñó finalmente de la situación y los utreros se apaciguaron. Mientras tanto, los toros seguían a su aire. No les hicieron mucho caso al jaleo formado por los novillos y la tranquilidad se respiraba. Uno dormía plácidamente aprovechando el sol, que hacía días que no lo veía. Otro rumiaba despacio, totalmente relajado. Era cerca de mediodía y hacía más calor. Aquella brisa fresca que aparecía de vez en cuando cada vez lo hacía con menos frecuencia y el viento parecía estar cambiando. Las hojas apenas se movían y el agua que estos días de lluvia había rebosado del pilar parecía estar evaporándose.

Uno dormía aprovechando el sol...
...otro rumiaba despacio, totalmente relajado...
...y el agua que con la lluvia había rebosado del pilar parecía evaporarse.
Un bonito burraco, cansado de estar echado, se revolcó antes de levantarse, como desperezándose. Aburrido, se fue a jugar con uno negro, pero como éste no le hizo caso, se entretuvo pegándole cornadas en el rabo. Cansado de tanta tranquilidad empezó a deambular por el cerrado. Sin saber que hacer se paró a olisquear una piedra y luego se encontró con un castaño que también andaba buscando entretenimiento y se pusieron a chocar los pitones tranquilamente.

Un bonito burraco cansado de estar echado...
...se revolcó antes de levantarse, como desperezándose...
...aburrido se fue a jugar con uno negro, pero como no le hizo caso...
...empezó a pegarle cornadas en el rabo...
...deambulando por el cerrado se paró a olisquear una piedra...
...hasta que encontró a un castaño y empezaron a chocar los pitones.
El ambiente de tranquilidad no iba a durar mucho tiempo. Uno de los perros del ganadero dormía plácidamente en el jardín del cortijo y se despertó. Con cara de sueño olió el aire y se revolcó como loco, igual que lo hacía uno de los toros en el cerrado de al lado. Aquella brisa fresca había desaparecido y el sol calentaba mucho más. La primavera parecía haber llegado y el viento estaba cambiando, muy despacio, casi de puntillas. Mientras el mayoral comía en la casa su perro se subió a la pared del cerrado, controlando a los toros, intuyendo algo que se respiraba y no se sabía muy bien que era.

Uno de los perros se despertó y con cara de sueño...
...olió el aire y se revolcó como loco...
...igual que lo hacía un toro en el cerrado de al lado...
...mientras el perro del mayoral intuía que algo iba a pasar.
La tranquilidad se transformó en una calma tensa, tan tensa que empezó a despertar a algunos toros. El perro empezó a ladrar desde la pared avisando al mayoral ¿Qué traía el aire...?



2 comentarios:

  1. Ya estoy esperando la siguiente entrega Alberto. ¿Por cierto ahí quien son más bravos los toros o los gallos?

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  2. Como siempre, magnificas imagenes de la verdadera naturaleza, con toda su pureza, su belleza sin igual, su realidad tan dificil a comprender, a menuda cruel, pero siempre como la hizó el creador. Que suerte tiene el que la puede observar
    Felicidades, Alberto, cada vez es una felicidad visitar tu blog , hoy dia, especialmente en lo que acabo de sufrir de una hernia discal durante 40 dias, como el diluvio.....de sufrimiento

    Abrazo fuerte

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