domingo, 28 de abril de 2013

El Herradero (y II): Numeración y matices

 El herradero, independientemente de si es a la antigua usanza o con el moderno cajón, tiene como finalidad marcar a fuego a los becerros una vez que han sido destetados. Además, si no se hizo en el momento del enchapado, se suele hacer la señal de oreja correspondiente a cada ganadería.


Las marcas a fuego que se hacen a cada animal, como norma general, serán cuatro: el guarismo (última cifra del año ganadero en que haya nacido el becerro) que se sitúa en la paletilla, un número identificativo único para cada animal situado en el costillar, la marca de la asociación ganadera a la que pertenezca la ganadería en cuestión y el hierro identificativo de la ganadería. Estos dos últimos hierros van situados en la parte trasera del animal, uno en la parte baja del anca y el otro en la llana o solana (parte superior del miembro posterior). Esta colocación depende de cada ganadería, si bien en la zona del sur el hierro de la ganadería suele ir abajo y en la zona de Salamanca suele ir el hierro arriba. Todas estas marcas a fuego van en el mismo lado del animal, que suele ser el derecho (salvo excepciones como la ganadería de Baltasar Ibán donde se hierra en el lado izquierdo).

Número, guarismo, sigla de la UCTL y el hierro de la ganadería
En cuanto al número asignado a cada animal depende del sexo del becerro, de las costumbres de la ganadería e influye mucho la extensión de la ganadería y de las camadas a herrar. Así lo normal es herrar a todos los machos de una misma camada empezando por el nº 1 hasta herrarlos todos, acabando en el número que sea. En ganaderías muy largas se puede llegar hasta el nº 200 e incluso superarlo.

En camadas muy extensas se puede llegar a superar el 200, como en este caso: nº 220
En ganaderías muy cortas los machos se pueden herrar en correlación al guarismo que corresponda. Si el guarismo es par se herrarán todos los machos con números pares empezando por el nº 2 y si es impar se herrarán con números impares empezando por el nº 1. Así permite diferenciar a los machos de diferentes camadas sin necesidad de observar el guarismo del animal. Si bien esto no es muy común y se circunscribe a ganaderías muy cortas.

Dos toros del guarismo 8, herrados con números pares
En hembras también hay varios procedimientos de herrado. En ganaderías muy largas se empieza por el nº 1 pudiendo llegar hasta el nº 999. Si en el herradero de un año la última becerra herrada fue con el nº 150 el siguiente año comienzan a herrarse las hembras con el nº 151 y sucesivamente. El año que se llegue al nº 999 se comenzará con el nº 1. Dependiendo de la extensión de las camadas este ciclo durará más o menos años.

Vaca nº 371 del guarismo 9. No existe relación entre el número y el guarismo
En ganaderías con camadas medianas que no superan las cien hembras se puede recurrir a otro procedimiento. Se hierran las becerras poniendo en el número del costillar el número del guarismo. Así el año que corresponda el guarismo 4 se comienza por el nº 400, el que corresponde el guarismo 5 se comienza por el nº 500 y así sucesivamente. Esto permite saber el guarismo, y en consecuencia la edad del animal, sólo con observar su número de costillar.

Vaca nº 573 del guarismo 5. Existe relación directa entre el número y el guarismo
Por último, en ganaderías muy cortas existe otro procedimiento de herrar las hembras. Al haber tan pocos animales se sustituyen números. Si se mueren las vacas nº 23 y la nº 35 ese año se hierran dos becerras con el nº 23 y nº 35 cubriendo las vacas que causaron baja. Cubiertas las bajas se prosigue herrando por donde corresponda la numeración normal del herradero.

Si bien la númeración de los animales, sobretodo en hembras, es muy particular y depende mucho de cada ganadería. También se realiza, si no se realizó junto al enchapado, la señal de oreja. Se suele usar la navaja de algún vaquero y se le hace al animal la señal característica de la ganadería. Esta señalización en los últimos años solo se realiza en los machos ya que las hembras deben llevar los crotales de identificación y con la señal de oreja es más fácil que los pierdan.

La señal de oreja también se realiza en el herradero, en este caso: rasgada
Otros factores a tener en cuenta en los herraderos son el pelo del becerro y el comportamiento. El veterinario hace una reseña detallada del pelo del animal que junto con el número y el guarismo harán a cada animal único en la ganadería. Es un verdadero lujo para los sentidos observar un herradero en ganaderías con variedad cromática ya que puedes ver multitud de pelos y accidentales en una sola mañana.

En los herraderos tienes la posibilidad de ver multitud de pelos y particularidades
Por último un matiz que siempre me gustó mucho es escuchar los comentarios de los vaqueros sobre el comportamiento de los becerros. Resulta curioso como a los que se quejan mucho y berrean los tachan enseguida de "mansos" y a aquellos becerros que aguantan el herrado sin berrear y protestar los califican de "bravos". También atribuyen como "mansos" aquellos animales que una vez han salido del cajón se vuelven y se arrancan. Son sólo matices, dignos de escuchar, de los sabios del campo.

A los vaqueros no les gustan los que berrean y se vuelven arrancados
Así termina la identificación y el herradero de los becerros que hace poco fueron destetados de sus madres. Ya son independientes, tienen un número asignado, pertenecen a un guarismo, tienen su pelo marcado en la ficha y vivirán su vida en la dehesa hasta que tengan que demostrar su bravura en la plaza, aunque algunos matices hayan sido "adivinados" por los sabios del campo...

jueves, 25 de abril de 2013

Un paseo por un cuadro

El misterio y la belleza del toro bravo en el campo me fue enseñando la belleza de la naturaleza, de los animales, de la libertad y de la tranquilidad. Visitar al toro en su hábitat natural no es solo observarle a él, es tener la oportunidad de observar un muestrario inigualable de vegetación, fauna y, en conjunto, de naturaleza.

No hay nada comparable. Observar una corrida de toros al amanecer, en su cerrado, y de fondo el canto de la perdiz. Son cosas que no se pueden describir con palabras. La perdiz, montada en un palo del alambrado, le canta al toro por la mañana y al atardecer, y él le contesta con su reburdeo.

La perdiz le canta al toro al amanecer...
...y el toro le contesta al atardecer
 Y ahí estás tú. Escondido tras un acebuche, sentado en una piedra o en el suelo, sintiéndote parte de toda esa belleza, sintiéndote un privilegiado por poder observar algo tan bonito, tan simple y tan amplio como la naturaleza.

Pasado un rato te levantas y te vas andando despacio, muy despacio, a ver el lote de vacas. Antes de llegar te encuentras otra perdiz, esta vez encima de un árbol, iluminada por el sol de la mañana y la observas tranquilamente. Parece que está ahí posando, para que la veas, para que la observes y disfrutes de su belleza. Piensas que estás dentro de un cuadro pero ella misma te dice, con su canto, que eso que ves es realidad y se llama naturaleza.

Te crees en un sueño, en el interior de un cuadro...
...hasta que ella te devuelve a la realidad con su precioso canto
 Sigues con tu intención de llegar al cerrado de las vacas pero la naturaleza te entretiene de nuevo. Vas llegando y las tunas o chumberas que hacen de alambrado te paran. En ellas viven multitud de conejos que, al igual que la perdiz, están al solecito que ilumina el campo bravo. Te esperas, en silencio y sin moverte para no molestar, y observas pausadamente.

En el alambrado de tunas viven multitud de conejos...
...que al igual que la perdiz disfrutan del sol de la mañana
Al final, tras pasar por la cancela, llegas al cerrado de las vacas. Sigues andando despacio, en silencio, observando y escuchando el cuadro por el que andas, pero tus pasos entre los cardos hacen ruido y el semental te escucha. Levanta la cabeza y te observa. Solo le ves la cara y los pitones. El resto lo cubren los cardos y sus flores. Su seriedad contrasta con la alegría del colorido de la vegetación.

El semental te observa escondido entre las flores de los cardos
El campo bravo te embriaga y te quedarías allí para siempre, pero es casi mediodía y te tienes que ir. Fuiste a ver a los toros y a las vacas y casi que no los viste. La naturaleza no te dejó. Pero te vas feliz de ver tanta belleza, de andar por un cuadro, de observar el campo bravo en toda su plenitud. Feliz de saber que el toro le da la vida a esos animales con los que comparte su casa. A partir de ese día ya no vas a observar solo al toro. A partir de ahora vas a observarlo todo, vas a sentirlo, a escuchar el bello canto de la perdiz, a observar el semental entre los cardos y ver los conejos al sol. Porque no hay nada más bonito que ver un cuadro desde dentro. 

lunes, 22 de abril de 2013

El Herradero (I): Antes y ahora

Tras el destete los becerros pasan varias semanas en un cerrado poco extenso, comiendo pienso y cogiendo fuerzas que les ayudan a olvidarse de las madres y a prepararse para su "bautizo", el herradero.

Esta faena consiste en marcar a fuego a los futuros toros asignándoles a cada uno de ellos un número individual, también el guarismo, que es la última cifra del año ganadero de nacimiento de la res y, además, dos hierros identificativos, uno será el hierro de la ganadería y el otro será el hierro de la agrupación a la que pertenece dicha ganadería. Para que los hierros se puedan marcar bien y que durante toda la vida sean legibles es necesario inmovilizar al animal. Ahora se realiza la faena de una forma muy cómoda, en un cajón fabricado a conciencia para tal fin y que además de comodidad aporta rapidez y resta trabajo. Tipos de cajones de herrar hay muchos pero al fin y al cabo el sistema es el mismo en todos. Sujeta la cabeza del becerro con un yugo y el cuerpo con unas cadenas impidiendo movimiento alguno del animal que es herrado eficaz y rápidamente.

Se le inmoviliza la cabeza y la cara con un yugo...
...y el cuerpo con unas cadenas
Todo son virtudes en esta forma tan moderna de herrar pero tiene un grandísimo defecto, al menos para mí, y es que se ha perdido todo el sabor campero que tenía esta faena. Antes un día de herradero era un día de fiesta en la ganadería, venían multitud de amigos, familia, invitados y aficionados a ayudar en la faena y a disfrutar del ambiente festivo. Hacía falta tanto personal porque tirar ochenta becerros a mano, teniendo algunos cuatro dedos de pitón, cansaba lo suyo. En el corral se amarraba una de las patas del becerro y se le abría la puerta. Varios hombres, cada uno con su cometido, esperaban fuera. Uno cogía al animal por la cabeza, otro lo cogía por el rabo y un tercero sujetaba y ayudaba tirando de la cuerda. He tardado más en explicarlo, si los hombres eran habilidosos en un segundo estaba el becerro en el suelo.


El becerro es derribado a mano, siendo los puntos clave la cabeza y el rabo
 Recuerdo que había cuadrillas de tres o cuatro jóvenes y que se iban turnando. Eran frecuente los sanos "piques" entre ellos que le daban a la faena un ambiente aun más alegre. Una vez en el suelo el becerro era sujetado por las patas, las manos y la cabeza y se procedía a su herrado.

El animal es herrado bien sujeto por la cabeza, el rabo y las patas
 Cuando estaban todos los hierros puestos, la señal de oreja hecha y se había soltado la cuerda que ataba las patas desaparecía todo el mundo y solo se quedaban con el becerro el que sujetaba el rabo y el que aguantaba la cabeza. Éste último soltaba al animal y el del rabo tenía que ser habilidoso y rápido para evitar la cogida y el consiguiente revolcón.

Tras acabar con todos los becerros se procedía a la comida que, con tanto personal, se convertía en una verdadera tertulia taurina campera. Recuerdo que siempre se empezaba hablando de los revolcones de la mañana, de los pelos de los becerros, de la arrancada de tal y el tropezón de cual. Entre tanto, sardinas, filetes y distintos manjares con los que el ganadero tenía contentos a los ayudantes y aseguraba su presencia en el siguiente herradero. Así, entre bocado y bocado, seguía la charla y ya se empezaba a hablar de toros y de toreros para acabar, cuando ya el vinito iba haciendo efecto, con la tarde cayendo y algún que otro fandango.

Os cuento todo esto con nostalgia, muchísima nostalgia, porque ya casi nadie hace los herraderos así. El cajón se ha impuesto y como es más rápido y hace falta menos personal las comidas y tertulias camperas se han ido perdiendo. Ya casi nadie sabe como se tira un becerro a mano, el ambiente festivo desapareció y en lo único que se parece un herradero de antes a los de ahora es que los becerros son herrados y hay una candela. Aunque en esto también hay diferencias porque nada tiene que ver el moderno gas butano y aquellas candelas con boñigas que ya nadie sabe hacer.

Los hierros al calor de la candela. Al fondo los sacos de boñigas.
 Quizás en lo único que se parezcan es que todavía huele a pelo quemado, ese olor tan característico que me hace recordar, soñar y viajar al pasado donde no existen cajones, ni gas, ni rapidez, donde las tradiciones se mantienen, se suda y se disfruta, donde un herradero no era una faena más, era un día especial.

jueves, 11 de abril de 2013

¿A dónde vas Curro Romero?

Era un día de agua, de esos que tanto han molestado esta Semana Santa. Caía ya la tarde y desaparecía la poca claridad que las nubes dejaban pasar. Como ya no me quedaba mucho para volver a Cáceres fui a merendar a casa de mis abuelos. Pasado un rato, cuando ya la manzanilla se acababa, empezó, como siempre, la charla de toros con mi abuelo. Hablamos del comienzo de la temporada en Sevilla, de la corrida que alguna ganadería de la zona tenía para La Maestranza, de los toreros que más gustan en Sevilla... y tras tocar varios temas, siempre con el trasfondo del coso sevillano, salió a la conversación Curro Romero.

Hablamos de como toreaba, de sus manías, de sus tardes de gloria y tardes de bronca... Hasta que me para mi abuelo y me dice: ¿A qué no sabes una cosa? Curro y yo nos llevamos un día. Yo nací el 30 de noviembre del 33 y él justo el día después, el 1 de diciembre del mismo año.

Me sorprendió la coincidencia y le pregunté si lo conoció alguna vez o si coincidió con él en alguna corrida o algo. A lo que me contesta: Claro que sí lo conozco. He echado muchos ratos con él. Te voy a contar una cosa que nos pasó a los dos: En invierno, muchos de los toreros que no iban a América se pasaban largas temporadas en cualquiera de las fincas de bravo de Andalucía y ese invierno estaba Curro en una de las fincas que tenía D. Manuel, que se llamaba Spínola. El invierno fue parecido a este, muy lluvioso y tormentoso, y Curro llevaba ya una semana entera sin poder salir al campo de lo que llovía. Todo su trabajo era torear de salón en el comedor del cortijo y muy poquitos, pero que muy poquitos ejercicios, porque el hombre no era de los que le gusta estropearse. Al cabo de ochos o diez días de agua, escampó y amaneció una mañana espléndida que aprovechamos para dar un largo paseo a caballo Curro y yo. El campo estaba como está ahora, tan mojado y tan lleno de barro que los caballos se pusieron que daba pena verlos de lo sucios que estaban. Entonces se nos ocurrió, casi a los dos a la par, la solución al problema. Decidimos irnos a la laguna de "Chipipi", que estaba cerca de donde andábamos, y allí con un trotecito dentro del agua los caballos quedarían limpios y luego volveríamos al cortijo al paso y con cuidado para que no se llenasen de fango de nuevo. Tal como lo pensamos lo hicimos y al poco tiempo estábamos delante del agua brillante que reflejaba el sol de la espléndida mañana.


Empezamos a trotar dentro del agua y, de repente, el caballo de Curro se alcanzó* y el torero salió volando por las orejas y aterrizó en medio del agua. Yo al verlo caer, por reirme de él le dije "¡Curro! ¿a dónde vas?" No había terminado de decirlo cuando a mi caballo le pasa lo mismo y mientras iba yo por el aire escucho decir al sevillano "¡Antonio! ¿A dónde vienes?" Los caballos se escaparon y, después del revolcón en el agua, llegaron limpios al cortijo, pero nosotros dos llegamos molidos después de la caída, chorreando y completamente llenos de fango.

Ante mi sorpresa frente a tan curiosa historia nos echamos unas risas y nos despedimos hasta la vuelta de Cáceres. Ya ha empezado la temporada en Sevilla pero seguro que no hay ninguna tarde tan interesante como Curro Romero o una manzanilla a media tarde con mi abuelo...


* Alcanzarse es una denominación campera de cuando un caballo en el trote o galope se golpea o incluso tropieza con las extremidades posteriores las anteriores. Para evitar los daños de los golpes se ponen los protectores. En casos de mucho esfuerzo (al trotar o galopar en el agua como en este caso) donde al caballo le cuesta desplazar las extremidades anteriores hacia adelante el mismo animal se engancha las extremidades anteriores con las posteriores provocando su propia caída y, en consecuencia, la de su jinete.

lunes, 8 de abril de 2013

Un Pelo poco visto...

En uno de los pocos días de Semana Santa que el tiempo me respetó me levanté temprano y me fui a dar un tranquilo paseo por el campo. Iba despacio, saboreándolo, sin prisas. Observaba a los toros. Algunos comían, otros sesteaban. Miraba y remiraba sus hechuras, sus pitones, sus pelos y particularidades. Después de una mañana tranquila, cuando ya me dirigía hacia el coche para volver a casa un toro me llamó muchísimo la atención. Estaba comiendo y al verme caminar a lo lejos levantó la cabeza. Al principio pensé que estaba manchado de algo puesto que esa particularidad no la había visto nunca. Pasados unos segundos me deleité con lo que, al menos para mí, me pareció algo extraño, una rareza. Le hice varias fotos y luego en casa lo analicé. El toro era de pelo jabonero sucio y además de zarco, me parecía careto. Jamás había observado nada igual. Jabonero careto. Busqué fotos en libros y en internet durante toda la tarde y no encontré nada parecido. Además me llamaba la atención la despigmentación justo en el centro del hocico.

Jaboneros con particularidades blancas no se ven demasiados. Haciendo memoria creo haber visto algún berrendo en jabonero en la ganadería de Palha. Pero jabonero careto no recuerdo haber visto ninguno. Es lo que tiene esto del toro. Cuando menos te lo esperas te sorprende...

jueves, 4 de abril de 2013

Una sorpresa de despedida: el toro "Ciclón"

Era el último día en casa después de una semana y fue un día de sorpresas. Todo empezó mal y nada apuntaba a que ese domingo de resurreción fuese un día especial. Como siempre, me levanté temprano y lo primero que hice fue mirar por la ventana. El agua corría por las cuestas de Medina y el cielo no pintaba mejoría. Era el último día en mi tierra y quería aprovecharlo. Las botas de agua esperaban al pie de la cama para el último paseo por el campo hasta bastante tiempo, la cámara esperaba cargada en su funda para hacer algunas fotos con las que animarme durante el exilio en la ciudad, la gorra campera esperaba también pero nada se podía hacer. Llovía a mares.

Las nubes cubrían Medina y no me dejaban ir al campo
 Me llevé toda la mañana en casa esperando el milagro que no llegó y el único consuelo eran las crónicas de una corrida de mi tierra que el día anterior había salido bastante buena en Arles. La de Torrestrella sirvió con algunos toros buenos y me entretuve buscando algunas fotos y leyendo resumenes y comentarios.

"Frutero", nº 31, de Torrestrella. Con él Fandiño hizo la mejor faena de la feria
 El cielo seguía descargando agua y la pena por no poderme despedir del campo me invadía. Al llegar la tarde fui a ver la corrida de Cebada en Arles y me empezó a entrar la alegría. Las sorpresas empezaron a surgir. Pude ver lo que hacía tiempo que no veía, un tercio de varas en condiciones, un toro bravo en varas, una corrida variada, la confirmación de la recuperación de una ganadería que me encanta, un torero que se la jugó como tienen que hacer los toreros... La corrida al menos me alegró un día de despedida.

Los astifinos y encastados toros de Cebada me alegraron la tarde de la despedida
 Y cuando ya iba en el coche para casa, como despedida, decidí ver el campo al menos desde la carretera. Pasé primero por "La Canaleja", luego por "Los Alburejos", llegué a "El Toñanejo" donde di la vuelta y para volver al pueblo pasé por "La Quinta". Entonces me llevé otra grata sorpresa. Iba despacito porque había varías vacas pegadas a la carretera y, de repente, veo un toro colorado entre ellas. No lo pude ver bien porque entre lo nublado del cielo y que era casi de noche había muy poca luz, pero enseguida me vino una idea a la cabeza ¿Será Ciclón? Aceleré hasta la rotonda, di la vuelta y dejé el coche donde pude. Me bajé a toda prisa y las vacas se asustaron y salieron corriendo de allí. Detrás iba Ciclón. Estaba en las vacas. Con los pies llenos de barro hasta el tobillo, mojado pero con una sonrisa que no me cabía en la cara volví hacia el coche. Ya casi que me había despedido.

Bajo las nubes, allí a lo lejos, estaba Ciclón junto a las vacas
 Llegué a casa resignado de mi vuelta a Cáceres, pero contento, y me puse a hacer la maleta. Después de cenar llamé a mis compañeros de viaje y me dijeron que salíamos después de comer, sobre las cuatro. ¡Tenía una mañana más! Y ya sabía a donde iba a ir.

Me levanté temprano, miré el cielo y parecía que ese día si iba a respetar mi despedida. Estaba amaneciendo y ya estaba en el campo. Las vacas estaban dispersas por el amplio cerrado y mi afán era encontrar a mi amigo Ciclón. Tras andar un buen rato lo pude encontrar. La alegría me invadió. Allí estaba él, rodeado de vacas y becerros, orgulloso de ser un nuevo semental. Me miró con indiferencia y siguió con el cortejo a su primera compañera.

Ciclón rodeado de vacas y becerros...
...y cortejando a su primera novia, esta bonita vaca colorada
 Me llevé tras él toda la mañana. Desde lejos, sin molestarlo, disfrutaba de verlo entre las vacas. Le hice cientos de fotos. Disfruté de ver a un amigo tan feliz, de ver el final de una preciosa historia que jamás olvidaré. Cuando se acercó la hora de comer me fui a casa sabiendo que ahora sí me iría de mi tierra por un tiempo. Me fui contento por haberme podido despedir del campo y por la alegría de un amigo, de mi amigo Ciclón.

Ahora cuento los días hasta la próxima visita a mi amigo...