Era una mañana de primeros de Marzo. Después de varios días de lluvia, de mucha lluvia, había amanecido un estupendo día soleado. La naturaleza parecía contenta, la tierra se oreaba, el campo estaba pletórico. Los arroyos corrían rebosantes de agua clara. La hierba, tímida y amedrentada por el frío, parecía perder la vergüenza hoy que el sol calentaba algo más y casi se la veía crecer. La mañana tenía una luz preciosa, era todo alegría.
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La mañana tenía una luz preciosa... |
Un par de becerros habían dormido en el carril, donde estaba más seco. Todavía allí no les daba el sol y seguían dormidos plácidamente, hasta que llegó uno de sus compañeros, burraco de pelo y los despertó. Lo hizo suavemente, como el que le cuenta un secreto a un amigo. Se lo susurró a la oreja al primero, al otro después. Muy despacio, con cariño. Los estaba invitando a jugar, pero los otros, remolones todavía, prefirieron seguir durmiendo y el burraco se fue a toda velocidad corriendo por el carril en busca del sol y su calor.
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Hasta que llegó un burraco y los despertó. Se lo surrusó en la oreja... |
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...al otro después... |
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...y como no se levantaron se fue corriendo buscando la luz del sol. |
En la cuadra el caballo ya esperaba impaciente. La ventana dejaba pasar los primeros rayos de sol y por la puerta entraba un suave olor a café y a pan tostado procedente de la casa del vaquero. La espera fue corta. Al poco tiempo iban los dos al paso por el cerro. El vaquero al pasar por el carril acabó por despertar a aquellos becerros que no quisieron jugar con el burraco. Apenas les prestó atención, sabía a donde iba, no iba por allí por casualidad. Una de las vacas más serias de la ganadería estaba de parto la tarde anterior. Ella, por las tardes, tiene su querencia en el cerro donde está el acebuche solo. Por allí tenía que estar el becerro.
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En la cuadra el caballo esperaba impaciente... |
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...al poco tiempo iban por el carril, despertó a los dos becerros... |
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...pero apenas les prestó atención, sabía a donde iba... |
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...el becerro tenía que estar por allí, donde está el acebuche solitario. |
El caballo del vaquero andaba despacio, casi de puntillas, como si supiese que estaban buscando un becerro y no se podía despertar. Un pajarillo, que apoyado en un cardo disfrutaba de tan bella mañana, parecía no perder de vista algo. Estando el vaquero por allí apenas lo miraba, miraba hacia la izquierda, a la caída del cerro, por detrás del acebuche. El pajarillo despertó la intuición del hombre y a pocos metros estaba el becerro. Estaba despierto, demasiado espabilado para tener un día. El vaquero se bajó del caballo y se fue acercando lentamente, con la tranquilidad que da la experiencia. Cuando estaba casi a punto de cogerlo, en el último paso, pisó un cardo seco que hizo demasiado ruido. El pequeño becerro se giró y lo vio. Se quedaron mirando un buen rato. Él sabía que si se movía en exceso el becerro podía levantarse y berrear, entonces tendría que salir corriendo y dejarlo allí, sin enchapar y sin ver si era macho o hembra.
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Un pajarillo, apoyado en un cardo, no perdía de vista algo... |
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...y allí estaba el becerro. Se bajó del caballo... |
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...y el becerro lo vio. Se quedaron mirando un buen rato... |
El vaquero mientras esperaba paciente observaba al becerro. Pensaba en el misterio del toro bravo, en como algo tan pequeño y bonito podía convertirse en algo tan majestuoso. Mientras el hombre pensaba, el becerro se acostumbró a su presencia y se quedó dormido. Entonces sintió que era el momento. Se acercó lentamente y lo cogió. El becerro se despertó de nuevo, esta vez con una caricia, sintió que era su madre, pero eran las curtidas manos del vaquero las que lo despertaban. Intentó levantarse y al verse sujeto por el hombre sintió miedo por primera vez en su vida y berreó. Su madre no tardaría mucho en llegar por lo que el vaquero rápidamente, con suma maestría, lo enchapó y se fue corriendo dejando al becerro en el mismo sitio donde estaba.
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El becerro se despertó con una caricia, eran las manos del vaquero... |
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...intentó levantarse y al sentirse sujeto sintió miedo por primera vez... |
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...y berreó. Lo enchapó y se fue rápidamente... |
El vaquero, a los pocos minutos, una vez subido en el caballo, desde una distancia prudencial, fue de nuevo a ver al becerro. Cuando se acercó ya estaba la vaca allí. Su seria mirada y su gran cornamenta avisaban de la posible arrancada, pero ambos se respetaron. La vaca se llevó al becerro a la otra punta del cerrado y el vaquero se fue a seguir su trabajo.
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La vaca ya estaba allí. Avisó de la posible arrancada... |
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...pero se llevó a su hijo a la otra punta del cerrado. |
Mientras tanto la mañana ya estaba en todo su apogeo. El pajarillo que descansaba en aquel cardo volaba alegre. Dos perdices lo observaban sorprendidas. Los becerros que no querían despertarse ya jugaban alocados. El vaquero apareció por allí y las vacas lo vieron a lo lejos. Fueron en busca de sus hijos, pero éstos, distraídos por el juego, no les hacían caso. Los becerros corrían y las vacas detrás. El jaleo espantó a un venado de bonita cornamenta que salió corriendo de unos lentiscos. El venado levantó a un bando de jilgueros que a su vez asustaron a los becerros y éstos, en su loca carrera, se acercaron demasiado a una pequeña laguna, metiéndose en barro hasta los corvejones. Las vacas, al pasar por el barro y el agua, formaron una algarabía aún mayor y toda la piara acabó huyendo asustada.
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El pajarillo volaba y dos perdices lo miraban impresionadas... |
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...los becerros jugaban y las vacas corrían detrás... |
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...el jaleo espantó a un venado de bonita cornamenta... |
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...que levantó un bando de jilgueros... |
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...y los becerros sorprendidos, se metieron en una laguna... |
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...las vacas formaron una algarabía aún mayor... |
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...y toda la piara acabó huyendo asustada. |
Todas las vacas acabaron alborotadas en una esquina del cerrado. Las madres buscaban a sus becerros, perdidos entre tanta locura, mientras los berreos se sucedían. El vaquero, mientras esperaba que todo volviese a la normalidad, aprovechaba para repasar las vacas y para ahijar a algunos becerros con sus madres. Debido a los días de lluvia tenía a algunos becerros dudosos y la ocasión, al estar todas las vacas buscando a sus hijos, era inmejorable. Con paciencia apuntaba en su libreta cada vaca con su becerro, observándolo todo concentrado, cada reacción, cada mirada, cada movimiento.
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Las vacas buscaban a sus becerros, era buena ocasión para ahijar... |
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...y el vaquero observaba cada mirada, cada movimiento, con paciencia. |
Entonces se dio cuenta de que faltaba una vaca. Faltaba la 579, una bonita vaca ensabanada. Terminó de ahijar los becerros que le quedaban y empezó a buscarla por todo el cerrado. Cuando llevaba un buen rato la encontró andando muy tranquila, cerca de una zona de monte más denso. En el momento en que la vio supo que estaba parida, pero cuando ella vio al vaquero se dio cuenta a lo que venía. Miró hacia su derecha y se paró. El vaquero se dirigió hacia donde miraba la vaca y allí estaba, plácidamente dormido tras unos cardos. Era un precioso becerro castaño. Tenía escasas horas de vida, todavía tenía los pelos alborotados de los lametones de su madre para secarlo. El hombre se acercó más desde su caballo y el becerro seguía adormilado, sin moverse, completamente encalostrado. Espero un buen rato para ver si la vaca se iba, pero ella contemplaba atenta los movimientos del caballo y no iba a permitir que le pasase nada a su recién nacido. Ambos esperaron un buen rato, vaca y vaquero, a ver quien podía más. Entonces el becerro se despertó, y con cara de sueño, miró al caballo. La vaca dio dos pasos hacia delante al verlo moverse y el vaquero comprendió que no era el mejor momento. Se fue despacio, pensando en que tenía cara de macho y en su reata, pensando en si podría enchaparlo mañana.
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La vaca iba andando muy tranquila, saliendo del monte... |
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...pero cuando vio al hombre se paró y miró a su derecha... |
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...el becerro estaba allí, todavía con el pelo alborotado de los lametones de su madre... |
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...el vaquero se acercó más y esperó. Seguía plácidamente dormido... |
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...pero entonces se despertó y con cara de sueño dijo que no era el momento. |
La mañana seguía calentando, los arroyos corrían, la tierra se oreaba y los becerros dormían. El vaquero se iba a otro lote de vacas y el mayoral, con su ayudante, al son del mosquero, se dirigían al cerrado de los utreros...