viernes, 31 de octubre de 2014

Libertad...

Hoy en día está muy de moda la palabra "libertad" y, normalmente, lleva de la mano a la palabra "respeto". A mí eso me parece perfecto, porque la libertad y el respeto nos lleva, o eso creo, a la armonía con los demás, a ser mejores personas dentro de una población mejor. El problema que veo es que los que más utilizan la palabra "libertad" son las que menos la conocen, o eso me parece a mí.

A mí la libertad me encanta. Esa sensación se sentirte libre y sentir, a la vez, la libertad en otros seres vivos es una de las sensaciones más bonitas que puede haber. Me encanta la naturaleza, me apasionan los animales, me enamora el viento y la lluvia, el sol de verano y el olor a campo, porque todo ello está rodeado de libertad. De todos los animales el que más me gusta es el toro bravo. Quizás sea porque es de los que más libre vive. Sin embargo, en ese uso erróneo de la libertad, quieren prohibir (lo contrario a la libertad) los toros. No solo prohíben los toros, acaban con la libertad en muchos aspectos.

¿Qué hay más libre y natural que una vaca con su becerro recién parido en la inmensidad del campo? Un poco más lejos otro becerro duerme plácidamente abrigado por el calor de un sol que sale libre por el horizonte. Varios conejos se asoman a contemplar al toro que escarba, mientras otro, un poco más revuelto, le muge al viento que pasa libre entre las astas de un viejo semental.

La libertad de una vaca con su becerro recién parido...
...a lo lejos otro becerro duerme plácidamente al sol...
...unos conejos se asoman...
...a observar al toro que escarba...
...mientras otro le muge al viento...
...que pasa entre las astas del viejo semental...
¿Dónde puede haber más libertad que en el campo bravo? Pasado un rato dos toros pelean, porque les apetece medir sus fuerzas e incluso se matan entre ellos, igual que el águila imperial se come a uno de los conejos porque se distrajo más de la cuenta mirando al toro que escarbaba.

Dos toros se pelean, incluso se matan...
...igual que el águila imperial mata al conejo que andaba distraído...
Una garcilla bueyera se alimenta de los parásitos que molestan al eral. Otro de los erales no tiene la suerte de tener a una garcilla cerca y se rasca el incipiente morrillo con las ramas de un árbol caído.

Una garcilla se alimenta de los parásitos que molestan al eral...
...mientras otro se rasca el incipiente morrillo...
¿Y si le quitásemos la libertad al toro de vivir? ¿Podría la garcilla alimentarse e incluso derrochar el valor necesario para andar entre los pitones de los novillos? ¿Podría otra de las garcillas jugar al escondite con las vacas que crían esos toros bravos a los que les quieren quitar la libertad? ¿Y el águila imperial se quedaría en la finca si cazasen los cerrados de los toros y hubiese menos conejos? ¿O incluso la cigüeña negra que frecuenta la finca estaría por allí si la biodiversidad que aporta la pradera natural fuese sustituida por un cultivo?

¿Podría la garcilla derrochar el valor para andar entre los pitones...
...o para jugar al escondite con las vacas...
...y aparecería la cigüeña negra por la finca de toros bravos...?
Por eso digo que no conocen demasiado bien el significado de la palabra libertad ¿Quién es nadie para quitarle el amor y la dedicación que el mayoral le dedica a sus vacas todos los días? El trabajo de los caballos y los bueyes desaparecería y, por lo tanto, desaparecerían ellos también.

¿Cómo vamos a quitar el amor y dedicación del mayoral...
...y el trabajo de los bueyes y los caballos?
¿Quién es nadie para decirle a un padre como debe educar a su hijo y donde debe llevarlo? ¿O para decirle a un abuelo donde compartir su vida con su nieto? Hoy gracias a mi abuelo y a mis padres estoy terminando la carrera de veterinaria. No me obligaron a estudiarla. Lo decidí yo solo, porque en eso consiste la libertad. Tampoco me obligaron a enamorarme del toro bravo. Me lo mostraron tal como es y hoy es mi pasión y afición. Podría decir que el toro bravo es casi mi vida ¿Quién es nadie para quitarme todo eso?

¿Por qué me van a quitar mi vida y mi libertad que es el toro bravo?
¿Cómo quitarle la libertad a un aficionado de ilusionarse con una corrida de toros o con visitar su ganadería preferida por un día? ¿Cuántas vueltas le da a la libreta el mayoral mirando reatas y familias que tienen más años que esos que ahora quieren que desaparezcan? ¿Quién es nadie para prohibirle al vaquero la ilusión de salvar a un becerro criándolo entre sus brazos a biberones?

Reatas con más años que esos que quieren que desaparezcan...
...el cariño y la ilusión del vaquero para criar un becerro huérfano...
Así entiendo yo la libertad y así entiendo yo el amor a los animales. El toro es libre hasta en la plaza. Libre para decidir si atacar o no, si embestir a la muleta o al torero, si luchar por su vida o dejarse morir. Con su comportamiento puede salvar su vida.

El toro decide su destino en la plaza...
Pocas vacas mueren de viejas libremente en el campo cuando su hora les llega. Las de carne van al matadero cuando dejan de parir o cuando el intervalo entre partos se alarga más de lo deseado. Las de leche corren el mismo destino cuando la producción decrece. La vaca brava muere de vieja en el campo. Sus hijos con su bravura le dan la vida a su madre ¿Qué hijo no daría la vida por su madre y por sus hermanos?

La vaca brava muere libre, en la naturaleza, cuando le llega su hora...
Os aconsejo que vayáis al campo y visitéis al toro. Que lo veáis escarbar, sestear, pelearse... que veáis a las vacas entre las flores, en el cerro o jugando con el grajo... que disfrutéis viendo a un becerro jugar con el mismo grajo, dormido con sus compañeros, correteando entre la hierba... que mientras paseáis por allí veáis a la perdiz subida a un tronco caído observando a los toros, al conejo lamiéndose como se lame el toro que está a dos pasos de él... y entonces, creo, que entenderéis que es eso de la libertad. Luego mirar a vuestro perro encerrado en el piso de una ciudad que no es libre ni de hacer sus necesidades cuando le apetece porque debe esperar a que lo saquéis a la calle. Lo tratáis con mucho cariño pero, aunque os pese, no conoce la libertad.

Visitad al toro, verlo pelearse, escarbar, sestear...
...observad a las vacas en el cerro entre las flores...
...a los becerros jugando o sesteando con sus compañeros...
...a la perdiz, que como ustedes, observa al toro desde un tronco caído...
...al conejo que se lame...
...como lo hace el toro que está a dos pasos de él...
Y después, si una vez que habéis hecho todo eso pensáis que la libertad es otra cosa, al menos, tener el respeto que nosotros tenemos con vosotros y dejarnos vivir en libertad, en la misma libertad que vive el toro bravo...

miércoles, 15 de octubre de 2014

Soñar es más bonito que pensar...

Es por la tarde, una tarde cualquiera en un pueblo no muy lejano del campo bravo. Tienes poco que hacer y te pones a escuchar flamenco tirado en el cama. Te aburres y le das vueltas a la cabeza. Piensas en la vida, en la tarde, en el sol, en la luna, en el destino, en el tiempo. Imaginas historias, cierras los ojos. Parece que las vives. Te duermes y sueñas. 

Cuando uno de esos sueños acaba te despiertas nervioso y perdido. No sabes que hora es, donde estás, casi ni quien eres. Te asomas a la ventana y los últimos rayos de sol dibujan un atardecer anaranjado. Unas nubes pintadas en el cielo te asombran. Te has llevado toda la tarde durmiendo, una tarde de tu larga o corta vida, según se mire, arrojada a los sueños. Empieza a anochecer y no sabes que hacer. La gente normal, lo que marca la sociedad, la vida cotidiana te invita a cenar algo, a ponerte el pijama y a acostarte de nuevo. Pero entonces algo se te pasa por la cabeza y decides que según como tu la miras, la vida es demasiado corta como para vivirla como te marcan las normas. Coges una mochila, un bocadillo, un poco de agua y tu pensamiento. A lo mejor eso último es lo que te falta y por eso te vas. 

Unas nubes pintadas en el cielo te asombran...
Sales andando, sin un destino fijo, mientras el sol cae. Te alejas del pueblo y caminas buscando la compañía del campo, la compañía de la naturaleza, te buscas a ti mismo, todavía andas un poco perdido. Se hace de noche y la luna aparece tras las chumberas. A tu derecha un toro muge al cielo que se transforma y otro te mira sorprendido, quizás de lo loco que estás. Su silueta te enamora. No le ves la cara, ni los ojos, ni su expresión, pero ¿qué más da? Ahí está lo bonito, te lo imaginas. 

La luna aparece tras las chumberas...
...un toro muge al cielo...
...y otro te mira sorprendido. Su silueta te enamora...
El silencio de la noche lo rompe una racha de viento que sopla y mueve las ramas de los árboles. De repente un poco de cordura aparece por tu mente y piensas que haces allí a esas horas de la noche, solo, entre toros. No te da tiempo a pensar más porque un toro reburdea a lo lejos. Vas despacio en su búsqueda, como si te llamase. Por el camino un mochuelo asustado por tu presencia sale volando. Tú también te asustas un poco, pero luego te das cuenta de que estás en la naturaleza, en el campo, de madrugada, alejado del mundo con la única compañía de la luna ¿qué te puede pasar allí?

Sigues en busca de aquel toro y cuando llegas al cerrado el reburdeo ha cesado. Te sientas en el suelo, con la espalda apoyada en el tronco de un acebuche y te comes el bocadillo observando la silueta de los toros en la noche ¿Cuántos locos como tú habrán visto esas imágenes alguna vez? Entonces te das cuenta de que acertaste dejando el pensamiento en tu casa. Te sientes grande entre tanta belleza, dueño de un pensamiento que ahora no está, grande en un mundo tan pequeño. Desde la otra punta un becerro berrea. Por un momento se te ocurre ir a buscarlo, pero decides dejarlo todo en manos de la naturaleza y que te ponga por delante lo que le parezca. Entonces el campo se duerme y todo se vuelve un poco aburrido. El silencio se adueña de todo el ambiente y te duermes allí mismo. 

¿Cuántos locos como tú habrán visto esas imágenes...?
Te despiertas y no sabes que hora es. Buscas el móvil en la mochila pero no lo encuentras. Lo habrás dejado en casa. En realidad ¿para qué lo quieres allí? La luna ha caído bastante y ya está a tu espalda, detrás del acebuche donde te dormiste. Han debido pasar varias horas. Tienes sed y ya no tienes agua. Decides ir a un pozo cercano. Mientras bebes te sientes observado ¿Será la luna? 

La luna está a tu espalda, detrás del acebuche...
...vas al pozo y te sientes observado ¿será la luna...?
Entonces te das cuenta de que no. Es un utrero el que te observa. Parece burraco. Por un momento hace por arrancarse. Da unos pasos hacia ti y te mide. Levanta la cara desafiante. Tú sabes que mientras lo respetes, él te respetará. Además no estás hacia su querencia. Te mira unos segundos, da unos pasos más hacia ti y tu decides hacer lo mismo. Entonces, sorprendido de tu reacción se da la vuelta trotando en busca de su querencia y sus hermanos de camada. 

Es un utrero el que te observa...
Decides seguirlo y subes a un cerro. El cielo empieza a clarear y te sientas en el suelo esperando a ver el amanecer. Los pajarillos empiezan a cantar anunciando un nuevo día. Mientras, los utreros, que te han visto a lo lejos, vienen curiosos a verte. 

Los utreros, que te han visto a lo lejos, vienen curiosos...
Pasas un rato allí sentado. Tú los miras a ellos y ellos a ti. Se asustan y se van. Luego vuelven. Así varias veces, hasta que se acostumbran a tu presencia. Ya con los primeros rayos del sol te vas hacia los cerrados de los toros. Detrás de la pared un toro negro te ve llegar. Te acercas a la pared y observas tranquilamente a un toro colorado que parece competir con lo anaranjado y bello del amanecer. 

Detrás de la pared un toro negro te ve llegar...
...mientras uno colorado compite con el anaranjado amanecer...
El gallo, protegido por el toro, le canta al alba mientras dos toros ensabanados pelean. En sus ojos se refleja el nacimiento del nuevo día. Paseas un poco por allí y te parece ver un toro cárdeno con cuatro cuernos. Sigues adelante y lo que te parece la sombra de un toro castaño se convierte de repente en un toro negro ¿te estás volviendo loco? Quizás ya lo estabas un poco, pero lo que necesitas es dormir. 

El gallo, protegido por el toro, le canta al alba...
...mientras dos toros ensabanados pelean...
...te parece ver un toro cárdeno con cuatro cuernos...
...y la sombra del castaño se transforma en un toro negro...
Decides volver a casa. Para volver tienes que pasar por un cerrado de vacas. Te empiezas a sentir cansado y con mucho sueño. Te cuesta andar. Entonces ves a un espurgabuey que ha subido una escalera de vacas para subirse a lo más alto y ver el sol que ya ha salido. Comienzas a asustarte de tus propios pensamientos y sigues adelante. Sin darte cuenta te encuentras a un becerro que parece tener una pata de cada color y cuando te alejas el semental parece llamarte loco con su postura o quizás la luna lo haya vuelto igual de loco que a ti. 

Ves a un espurgabuey que ha subido una escalera de vacas...
...te encuentras a un becerro que parece tener una pata de cada color...
...y al semental parece que la luna lo ha vuelto igual de loco que a ti...
Llegas a casa un poco asustado, como cuando te levantaste de la cama, sin saber muy bien quien eres, donde estás y que ha pasado, como si todo hubiese sido un sueño. Pero entonces decides que es mejor dejar el pensamiento a un lado, porque la vida, según la miras tu es muy corta como para pensar... es mejor que tu compañera sea la luna, que tu cama sea el campo, que tu mayor preocupación sea un utrero al anochecer y que estés un poco loco... en definitiva decides que soñar es más bonito que pensar...