Había llegado el mediodía de un frío y lluvioso día invernal. Tras la comida me senté junto al calor de la chimenea y la compañía de un libro. La lluvia golpeaba en el cristal de la ventana y se escuchaba soplar el viento en el exterior. Me puse a leer mientras disfrutaba de un vaso de leche caliente. Al poco tiempo, sin darme cuenta, me quedé dormido. Entonces un toro apareció. Caminaba poderoso por la dehesa, se giraba nervioso, se cuadraba de frente y me miraba. Era castaño, sin excesiva cara pero muy bien puesta. Unos pitones astifinos coronaban los rizos de su frente y una mirada muy seria se clavaba en mí. Dio unos pasos más al frente, encampanado, me miró a los ojos y se fue...
En ese momento me desperté sobresaltado. Había dejado de llover y el viento parecía más calmado. Abrí la ventana y junto a una brisa muy fría entró un suave aroma a tierra mojada. El sol empezó a aparecer tímidamente entre las nubes. Aquel toro me quiso decir algo. Empecé a pensar pero no recordaba su hierro. Decidí salir al campo, sin rumbo, buscando la respuesta ¿Sería un sueño sin más?
Aun nervioso me puse las botas de agua y la gorrilla campera. Al salir el frío se hizo notar pero los leves rayos de sol que de vez en cuando aparecían aliviaban. Cogí el coche y, sin pensar, empecé a conducir. Miraba a todos lados como buscando una respuesta a un simple sueño, pero no encontraba nada. Ya llevaba un rato cuando empecé a pensar en volver. Había pasado Vejer y ya estaba lejos de casa. Busqué un sitio para dar la vuelta y decidí hacerlo en la entrada de un cortijo que parecía abandonado. Cuando estaba a punto de salir de nuevo a la carretera una bonita florecilla roja se iluminó por el sol que se colaba entre las nubes. Observe su belleza por un momento. Detrás un azulejo llamó mi atención.
|
Una florecilla roja se iluminó por un momento... |
|
...y detrás pude ver un azulejo |
Asombrado me di cuenta de que era el hierro de la R de Rincón. Estaba en "Los Derramaderos", la casa de los Núñez, donde D. Carlos Núñez Manso fundara el encaste que todavía lleva su apellido. Paré el coche y decidí bajarme. El impresionante cortijo parecía abandonado pero el ambiente era especial. Una de las cortinas de los grandes ventanales dejaba un hueco abierto. Tras él pude observar varios escritos reposando sobre una mesa de madera, quizás esperando todavía al ganadero.
|
"Los Derramaderos" están solitarios pero conservan un ambiente especial... |
|
...y los libros parece que esperan al ganadero |
Justo al lado del cortijo pude ver las cuadras. Estaban vacías pero me pareció ver a los caballos comiendo en el largo pesebre, con las monturas puestas, preparados para un embarque. En el exterior las argollas parecían esperar el nudo apretado de las riendas del caballo del vaquero, unas riendas que ya no volverán a amarrarse allí...
|
En las cuadras imaginé a los caballos cogiendo fuerzas para el embarque... |
|
...mientras las argollas esperan todavía el nudo de las riendas |
Me di la vuelta y observé la inmensidad del campo de "Los Derramaderos". Una cancela con el hierro de la ganadería ponía límites a unos toros que ya no están. El tiempo se llevó a los toros igual que se lleva el blanco de la pared pero el hierro resiste impoluto y poderoso, como si no quisiese irse, como si se resistiese al paso del tiempo.
|
En la cancela el hierro resistía el paso del tiempo |
A lo lejos me pareció ver un toro. Era el número 63, uno de los últimos toros que hubo en "Los Derramaderos", de pelo negro, bastito de hechuras, más en Rincón. Pero solo fue mi imaginación. Era la sombra de un árbol seco. Se empezó a secar cuando los compañeros del 63 se rascaban aquellos pitones engatillados en su corteza, pero se acabó secando por la tristeza de que su sombra no la aprovechasen aquellos que eran sus toros.
|
A lo lejos me pareció ver al 63, uno de los últimos toros que salieron de la finca...(1) |
|
...pero solo era la sombra de un árbol seco en la lejanía |
Seguí andando por allí, buscando algún toro, algún recuerdo. Una cigüeña posada sobre un chaparro me llamó la atención. Me acerqué hacia ella y no se asustaba. Ni me miraba, solo miraba al frente. Intenté averiguar que observaba. Al principio no veía nada, solo el pilar y el pozo de un cerrado. El pilar estaba seco, pero al poco tiempo pude observar a las vacas bebiendo mientras los becerros más grandes correteaban alrededor. Al verme se fueron y dejaron detrás a uno de los últimos sementales de Núñez. Era el número 60. Con los pitones cortados y recogidos y las hechuras finas del toro de este encaste. Se giró y me miró un segundo. Al momento se fue correteando tras sus vacas y se esfumó su recuerdo.
|
La cigüeña miraba fija... |
|
...al pilar que parecía seco... |
|
...donde apareció el recuerdo de las vacas y el semental nº 60... |
|
...que me miró un segundo... |
|
...y se fue correteando tras sus vacas esfumándose para siempre... |
Empecé a correr buscándolo, intentando que no se fuese. Corría con todas mis fuerzas tras un toro que ni veía, tras un recuerdo. Desistí y me di cuenta que mi carrera me había llevado hasta los corrales. Entré casi de puntillas, como sin querer molestar a unos señores que veían una corrida, unos señores que ya no estaban. Desde el corral más grande me giré y pude ver llegar una corrida de toros. Tras ella los vaqueros con sus voces y sus garrochas. Me refugié tras un burladero de piedra que tenía el hierro de la casa y observé la corrida. Era bonita, casi toda engatillada, bien hecha y variada de pelo. D. Carlos Núñez con su sombrero de ala ancha bien puesto observaba a sus toros con ilusión. Pude escuchar que la mataban Valencia, Puerta y "El Cordobés". Una ráfaga de viento frío hizo cerrar una de las puertas de los chiqueros y volví a quedarme solo.
|
Casi sin darme cuenta llegué a los corrales... |
|
...donde vi a los vaqueros encerrar una corrida... |
|
...y refugiado tras un burladero de piedra observé a los toros... |
|
...pero todos los recuerdos se esfumaron tras cerrarse una puerta por el viento |
En aquellos corrales se respiraba un ambiente frío y solitario, pero a la vez majestuoso. Andando por allí observé el pequeño palco repleto de azulejos de toros célebres matados por toreros importantes. Uno de ellos llamó mi atención. Correspondía a una corrida lidiada en Sevilla ¿sería la misma que vi hacía un rato en los corrales? No pude terminar de leer el azulejo porque me pareció escuchar una voz en la placita de tientas. Fui despacio, como sin querer molestar. Desde el palco pude ver a Manolete torear a una becerra. Vestía el pantalón de vuelta blanca típico del campo, unos zahones curtidos y un sombrero de ala ancha negro. Le estaba pegando unos naturales muy puros a una becerrita colorada que seguía la muleta con el hocico por el suelo, llegando más lejos que ninguna. Acabó la tanda de muletazos con un extraordinario pase de pecho y al mirar hacia arriba me vió y desapareció.
|
Subí al palco y uno de los azulejos llamó mi atención... |
|
...y desde allí pude ver a Manolete pegar unos naturales a una becerra (2) |
Bajé rápido a la plaza para ver si podía verlo otra vez más, me asomé despacio por un burladero pero ya no había nadie. Pude sentir en aquel burladero el tacto de Manolete, de Bienvenida, de
Puerta y de tantos otros grandes toreros, pero seguía solo. La puerta al campo estaba abierta, como si Manolete hubiese acabado de echar a la futura madre a la dehesa de "Los Derramaderos". La de los chiqueros también estaba abierta y una cuerda seguía amarrada esperando que saliese la siguiente becerra. Me fui al centro del ruedo y observé los burladeros con la R borrándose por el paso del tiempo.
|
Me asomé despacio a la plaza... |
|
...y en aquel burladero pude sentir a aquellos grandiosos toreros... |
|
...la puerta al campo seguía abierta... |
|
...y la cuerda amarraba la puerta de toriles esperando a que saliese una última becerra... |
|
...mientras el paso del tiempo borraba el hierro de los burladeros |
En aquel santuario me sentí torero por un momento y le pegué varios muletazos al fresco aire con la gorra en la mano. Estaba tan metido en el toreo que el viento me quitó la gorra y se me cayó a la arena. Me agaché para cogerla y al levantar la vista pude ver a los Ordoñez junto al ganadero en un burladero. Solo fue un momento. Me acerqué al burladero pero solo el taburete permanecía allí, el ganadero ya no estaba.
|
Al levantar la vista pude ver a los Ordoñez junto al ganadero en un burladero...(3) |
|
...me acerqué al burladero... |
|
...pero solo quedaba el taburete del ganadero |
Empezaba a hacer frío y decidí irme. Cuando iba saliendo de allí escuché el sonido de unas espuelas contra la piedra de los corrales. Me giré y no vi a nadie. Seguí mi camino hacia el cortijo atravesando los antiguos cerrados donde pastaban los Núñez. Las pilas de los toros esperaban el pienso todavía.
|
Cuando me iba escuché unas espuelas rozando la piedra de los corrales... |
|
...y en los cerrados observé las viejas pilas que ya no alimentan bravura |
Caminaba pensativo y, a la vez, sorprendido. Las dudas me rondaban la cabeza ¿Cuántos toros se habrían criado allí? ¿Íbamos a dejar perder un encaste como el de Núñez? ¿Sólo nos quedarían los recuerdos? ¿Por qué había tenido ese sueño y había visto todo eso? Ya iba llegando al cortijo para coger el coche y volver a casa. Solo faltaba un cerrado. Era el que tenía más flores y más árboles. Donde el campo estaba más bonito. Y fue allí cuando volví a ver a aquel toro castaño, el toro de mi sueño.
|
En aquel cerrado tan bonito pude ver de nuevo al toro castaño... |
Hizo lo mismo que en el sueño pero esta vez no se iba. Se quedaba mirándome fijamente. En sus ojos encontré el porqué de todo. Con su mirada me dijo que fueron muchos toreros y muchos toros los que salieron tanto de esa finca como de muchas otras. Muchísimos recuerdos que olvidamos y dejamos perder por nuestra falta de afición. Nos olvidamos de muchos encastes, ganaderías, fincas, mayorales, ganaderos y toreros. Solo quedarán los recuerdos que se iran perdiendo con el paso del tiempo, igual que se borra el hierro de la R de los burladeros de la placita de "Los Derramaderos". El recuerdo de aquellos toreros todavía siguen vivos, igual que el recuerdo de muchos ganaderos, desde el fundador D. Carlos Núñez Manso hasta el último ganadero que hubo en la finca D. Luis Núñez Moreno de Guerra, pero desgraciadamente solo son recuerdos. Todavía podemos salvar muchos encastes, ganaderías y fincas para que no solo sean recuerdos.
Entonces el toro se volvió. Se fue al paso, reburdeando a su tierra y a sus cerrados, mientras yo lo observaba sorprendido. Volvió a mirarme desde la lejanía y me contó un secreto. Me dijo que cuando nadie los ve los toros de Núñez todavía reburdean y se pelean en los cerrados de "Los Derramaderos", que en el silencio de la tarde Manolete sigue toreando a aquellas becerras con aquel tranco de más y que D. Carlos sigue cogiendo notas de las tientas junto a su descendiente D. Luis. Me contó que no solo prosigue lo real, sino también los recuerdos... Después de decirme esto trotó majestuoso haciendo sonar la hierba húmeda y desapareció en mi recuerdo...
Nota: la foto (1) ha sido cedida por mi buen amigo Salvador Núñez. Las fotos (2) y (3) han sido tomadas del twitter @Tapatanacn propiedad del también ganadero y familia D.Carlos Núñez Dujat des Allimes, en cuyo poder está actualmente el hierro de la R de Rincón, histórico hierro de los Núñez.