Repasaba toros el
vaquero, tranquilamente, por la tarde. Tarde de principios de otoño, la tormenta acechaba
cerca y las primeras gotas empezaban a caer. Observaba, indiferente a la lluvia
que pronto caería, sobre su caballo, con su capote de agua para no mojarse, los
toros del cerrado de “Las Encinas”. Los toros, con la cercana presencia de la
tormenta, andaban “barruntones” e inquietos por el cerrado. Una vez bramó uno,
otra vez, desde el otro extremo del cerrado, le contestó otro, mientras algunos más escarbaban en la tierra del campo bravo. El vaquero, con su cigarro en la mano,
observándolo todo intuía lo que iba a ocurrir.
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El vaquero observándolo todo desde su caballo |
Mientras, los toros cada vez
estaban más tensos. Varios toros “reburdeaban” y escarbaban juntos, otro venía
desde la otra punta del cerrado “reburdeando” también, al paso, con arrogancia. Dos toros se miraban desafiantes, de lado, despreciando al contrario y la
música de bramidos se hacía cada vez más intensa.
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Desafiándose |
Los juegos de añojos y erales
quedaron atrás, ya eran toros de cuatro años, querían hacer uso de su fuerza,
contra el líder, ese toro que desde pequeño fue el que mandó sobre todos, el
que siempre comía primero y luego, cuando él ya estaba harto dejaba para los demás,
ese que bebía primero, el que tenía su “echío” en la mejor parte del cerrado,
ese al que todos envidiaban y tanto rencor le tenían. Una brisa ventosa y húmeda
ayudaba a remover la arena que los toros con sus pezuñas levantaban, el sonido
de los bramidos y berridos de los toros quedó casi silenciado por el sonido
seco y fuerte de las astas de los dos toros chocando. Cuernos entrelazados,
cabezas enfrentadas, patas afianzadas, lucha a muerte. Estaban rodeados por
otros toros que esperaban la pérdida del líder.
En unos minutos el líder le ganó
la partida al toro desafiante que salía correteando con la boca abierta y
berreando al cielo nuboso de la finca. Casi no había terminado la pelea, que ya
había otro desafiando a ese toro que sobre todos mandaba. La tensión en el
ambiente se palpaba, un trueno sonaba en el horizonte anunciando la cercanía de
la tormenta… Sonaban los cuernos chocando de nuevo, el berrido de todos, la
respiración agitada de los toros ardientes de furia.
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Pelea, tensión, bramidos... |
Pelea esta vez larga,
varios largos minutos, hasta que llegó uno por detrás, cobarde, mientras que
los otros peleaban y le intentó dar una cornada al toro mandón de la camada.
Para zafarse del derrote, el líder no tuvo más remedio que desistir de la pelea
y corría trotando, huidizo por el cerrado. Pero sus hermanos de camada iban a
por él. Al poco tiempo, estaba de nuevo rodeado, desafiado por otros y bajo
ningún concepto quería perder su puesto, peleaba, cansado ya, con las últimas
fuerzas… Esta vez sí acertó el tercero, el que viene traicionero por
detrás.
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El cobarde que viene por detrás |
Le dio la primera cornada, la sangre aumentaba la tensión y los toros
“reburdeaban” cada vez más fuerte. Con varias cornadas el todavía jefe seguía
peleando, seguro aun de su fortaleza hasta que uno le pegó una fuerte cornada
detrás del sobaquillo. El toro, cómo si en una plaza estuviese, se tambaleaba
sobre su cuerpo, echando sangre por la boca, con la mirada perdida. Los
compañeros, sin compasión alguna le cornearon aun más hasta darle la muerte
definitiva,incluso en el suelo, muerto ya, alguno le atravesó con su cuerno las
carnes. El líder cayó, sobre la arena, al igual que lo pudo hacer en la plaza,
pero no con la misma gloria. El mugido de los toros, cambió por un mugido de
queja, más fuerte y agudo, levantando la cara al cielo tormentoso de la tarde
de otoño.
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Bramando al cielo de la finca |
Entretanto, empezaba a llover fuerte, en el suelo yacía el cuerpo
del toro, y se mezclaba la sangre de su cuerpo con la lluvia que caía del
cielo. Los otros toros, se empezaban a tranquilizar con la muerte del líder y
la fresca lluvia otoñal. El vaquero después de observar tan tremendo
espectáculo volvía al paso, con su caballo y su gorra hacia el
cortijo, para decirle al ganadero que aquel toro tan bonito que iría para Sevilla ya había encontrado la muerte una tarde nubosa de otoño en la arena del cerrado de "Las Encinas".