viernes, 7 de diciembre de 2012

El "Soplo" de Rafael de Paula

Mientras veo el agua caer tras la ventana de mi cuarto recuerdo aquellas palabras de Rafael de Paula que decían "el duende, el ángel, el tal... yo me gusta llamarlo soplo, porque el soplo es una cosa que no siempre te llega, sin embargo, cuando te sientes "embargao" sin saber porqué y cuándo y en qué momento pues "eze" es el soplo". Que razón tenía el gitano de "Jeré". Sin embargo hay una parte en la que no estoy totalmente de acuerdo con él. Se que es un atrevimiento negarle algo al maestro y que seguramente me respondería con su habitual sinceridad y despecho, y me diría entre otras cosas que "quién coño eres tú" o "tú no sabes de ná" y, quizás, lleve razón y no sepa yo mucho de esto. Quizás por no saber pienso que sí hay un porqué.
Paula en una media, seguramente un día de "soplo"
 Quizás ese soplo salga de algún sitio y se transmita de un lado a otro. Pienso que es el aire que envuelve a algunas cosas especiales, la música que suena de algunos instrumentos, el "don" de muy poquitas personas.

Porque ¿entonces que sentido tiene que escuche la guitarra del genio de Paco de Lucía y me entren unas ganas locas de escribir, dibujar, montar o incluso imaginar? Las manos de ese hombre tienen un arte que te embriaga, te envuelve, te viene la inspiración, el soplo...

¿Entonces por qué aquella tarde que Paco Ojeda tentó aquellas cuatro becerras bajo la lluvia mientras el barro le llegaba a las rodillas nadie se movió del sitio aunque estuviese lloviendo a mares? ¿Por qué cuando dijo que quería otra becerra más mientras seguía lloviendo a todos se nos llenó de felicidad la cara? ¿Por qué ese tentadero no lo olvidaré en la vida? Porque allí hubo inspiración. Ese día el soplo nos calentaba y nos quitaba el agua de encima y todo daba igual. Jamás olvidaré a las becerras coloradas que se confundían con el barro, a aquel torero retirado que se sentía vestido de luces de nuevo, aquellas nubes que no querían dejar de ver torear y ese soplo que salía de aquella quietud, de aquel mando, de aquel torero.

¿Por qué Morante aquella tarde calurosa en El Puerto me hizo sentir en otro lugar y me hizo olvidar el calor para pasar al frío, al escalofrío mientras los vellos se ponían de punta y no podía creer lo que veía? ¿Por qué me dió igual el toro, las orejas y el tonto de al lado? Porque aquella tarde esas muñecas dieron las mejores verónicas que mis jóvenes ojos han visto. No sé si las más largas, profundas, correctas y técnicas, pero sí las más artísticas, más toreras y, como diría Paula, con más soplo.
El arte, la torería, la inspiración del capote de Morante
¿Por qué cuando ves a Juan Cid, mayoral de Torrestrella, montado a caballo, vestido de corto, crees que ves a un mayoral de hace doscientos años? ¿Por qué te hace sentir inferior a su lado? ¿Por qué te hace ver inalcanzable ese aire a caballo? Es fácil verlo pero difícil explicarlo. Te puedes poner sus zahones, su sombrero y su traje, puedes cojer sus caballos y su montura pero jamás tendrás ese aire campero que tiene él. Por mucho que lo intentes imitar. Como cae ese hombre a caballo cae muy poca gente. Será que tiene sabor y aire vaquero el hombre... y soplo, muchísimo soplo.
El aire antiguo, añejo, vaquero, de Juan es indescriptible
¿Qué explicación tiene entonces que cuando montas un caballo con buena condición y bien domado y que durante un simple paseo le pidas una media vuelta y te haga sentir que vuelas? Que te haga sentir que esa media vuelta nunca va a acabar, que es interminable, infinita. Que puedas tocar y sentir la suavidad de su boca a través de sus riendas y la fuerza y velocidad de sus patas a través de sus piernas. ¿Qué explicación tiene eso? ¿Será el soplo? Será, será...

¿Y que cuando veas a ese toro en el campo, bien plantado, rematado, mirandote serio, seguro de su fuerza y de su bravura, seguro de su belleza, te sientas el hombre más afortunado de la tierra por poder admirarlo? Que haga que quieras acercarte más y más a él pero no te atrevas, no por miedo a que se arranque sino por miedo a que se vaya y no puedas seguir admirando su belleza un segundo más. ¿Eso cómo se explica? ¿De dónde sale todo eso?
La belleza del toro, su poderío... te transmiten ese "soplo"
 ¿Qué será eso Dios mío? ¿Cómo lo cuento, cómo lo defino? Me vuelve loco. ¿Qué es? ¿La inspiración, el duende, el ángel, el soplo de Paula...? No lo sé. Sólo sé que todo eso me hace torear con una camisa o una toalla en mi habitación, me hace dibujar y escribir, me hace estudiar, soñar, imaginar, pensar, montar... Es como si, de repente, mi vida tuviese mucho más sentido, como si me recargase las pilas, la inspiración, el ángel, el duende, el soplo... Ah, ¿pero todos tenemos soplo? No... Eso es una cosa que viene y que va... Eso es una cosa... Eso es... Yo que sé, yo de eso no entiendo...

martes, 4 de diciembre de 2012

La Arrancada

Del toro bravo una de las cosas que siempre me llamó la atención es su comportamiento. Siempre estaba atento a las interacciones de los toros con sus compañeros y con el medio que les rodea. Me gustaba observarlos escarbar, reburdear, pelear, descansar a la sombra, correr, desafiarse, rascarse... Y siempre me gustó pensar porqué lo hacían. Había veces que lo asociaba a un cambio de tiempo o de temperatura, otras a que era la hora de comer, que había que organizar el puesto de cada uno enfrentando sus cabezas y pitones, que estaban descansados y tenían que hacer uso de esa energía acumulada, que alguna hembra se encontraba en celo en algún cerrado cercano, que alguno de ellos estaba enfermo...
Siempre me gustó observar el comportamiento del toro en el campo
Hacía mil cábalas y predicciones de porqué actuaban así en ese momento y no en otro, de porqué se miraban, se ponían de lado antes de la pelea, de porqué hacían grupos entre ellos...
Pero de todos los comportamientos que puede tener un toro bravo el que más me gustaba era la arrancada. Me gustaba muchísimo ver a un toro acometer contra lo que fuese y como fuese. Aunque lo hiciese hacia mí y el caballo que estuviese montando. Ver a un toro mirarte seriamente, avisarte de que se va a arrancar y, tras varios segundos, tenerlo pegado a la cola de tu caballo es una experiencia indescriptible.
Llevar a un toro arrancado a la cola de tu caballo es inigualable
 Y es que una de las cosas que aprendí con el tiempo es que el toro casi siempre avisa. Pocos toros fueron los que vi arrancarse sin avisar y pienso que sí avisaron pero, quizás, no siempre eres capaz de captar ese aviso. Pero salvo excepciones el toro en el campo casi en todas las ocasiones te mira serio, suele levantar la cara, pone todos sus músculos en tensión, si está comiendo, bebiendo o rumiando deja de hacerlo y cierra la boca y en muchas de las ocasiones desisten de arrancarse. Normalmente te avisan y pocas veces cumplen su aviso. En la mayoría de las ocasiones desisten de ello o porque tú captas el aviso y te quitas del medio o porque simplemente no lo consideran necesario, se dan la vuelta hacia su querencia y se van con paso arrogante y desafiante.
Debes estar atento, si te mira serio, levanta la cara y se pone en tensión te está avisando
Tras muchos años determiné que es raro que un toro se arranque en el campo. Aunque lo provoques es extraño verlo, quizás por eso me llamó tanto la atención siempre, por su rareza. Y por eso, por la menor posibilidad de observarlo es por lo que pude sacar menos conclusiones que de otros de sus comportamientos. Lo que sí aprecié es que el toro normalmente se arranca hacia su querencia, hacia su lugar habitual, donde está más cómodo. Si te pones entre su querencia y él normalmente se arrancará con un tipo de arrancada que es como una forma de escape: "o te quitas o te quito". Casi en todas las ocasiones suelen ser arrancadas sin demasiado peligro sobre todo si te quitas rápido, puesto que el animal rápidamente busca su querencia.

Otro tipo de arrancada es la que se realiza por enfermedad. Cuando un toro está enfermo, con alguna cornada, está cojo o le origina dolor el desplazarse normalmente se arranca para que lo dejes tranquilo. El vaquero evidentemente no lo quiere dejar tranquilo puesto que, por el bien del animal, quiere curarlo y casi en todos los casos la situación se vuelve complicada. Al final suele ganar la paciencia y la destreza de nuestros hombres de campo.

Hablando de arrancadas no podemos olvidar la famosa arrancada por orgullo, la del toro pegado. El toro suele estar solo, dejado de lado por sus compañeros, casi siempre tras alguna pelea. Y todos sabemos que el toro es un animal orgulloso y herido en su orgullo puede llegar a ser muy peligroso. Estas arrancadas suelen dar muchos problemas a personas ajenas a la ganadería. Y han sido muchos los esparragueros, cazadores furtivos, buscadores de tagarninas e higos chumbos los que han muerto en las astas de algún toro pegado. De ahí a que muchas fincas delimiten su territorio con la típica advertencia: "Peligro ganado bravo".
Es frecuente encontrar en los alrededores de las fincas de bravo algún aviso
 Y tras todas estas variantes hay muchas más que depende de cada toro y la situación. Tras todo este tiempo aprendí que hay arrancadas provocadas, otras nobles y templadas, mansas, rápidas, inesperadas, unas que  con sentido cortan terreno y otras que te siguen como un perro, unas que parecen que te van a coger y no lo hacen y otras en las que estás relajado y te machacan con dureza, algunas que son de verdad, por bravura, y otras que son para aparentar, de mansedumbre... También aprendí a soportarlas e incluso disfrutarlas, pero, por desgracia, también aprendí otra cosa, con cualquier tipo de arrancada, sea de un animal más grande o más pequeño, puede irse tu propia vida.