Por un día eres un vaquero del campo bravo. Da igual el día, la ganadería, la finca... Lo importante es el sentimiento. Después de comer estás en el campo y tienes que hacer tu trabajo. Primero vas a casa del mayoral. A pesar de la confianza, el respeto en el campo es sagrado y por delante van las "Buenas tardes". Tras una pequeña charla el mayoral te dice: "Son las cinco, vámonos para las cuadras"
Una vez allí te diriges hacia tu caballo. Como de costumbre lo acaricias a modo de saludo, lo cepillas un poco y le pones la montura y el bocado. Antes de salir lo amarras en la argolla de la pared de fuera, bebes un poco de agua del botijo y te pones un sombrero de paja más fresco que la gorra habitual. El mayoral te espera montado en su caballo. Metes el pie en el estribo y sales por el carril hacia el cerrado de las vacas.
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Lo amarras en la argolla de la pared de fuera... |
Una vez allí abres la cancela y te diriges a los acebuches que están pegados a la pared de piedra. Sabes que a esta hora siempre están allí a la sombra refugiándose del calor. Te metes entre ellas y, acostumbradas a tu presencia, ni se mueven. Tienes que esquivar a las que están echadas porque no se levantan. Al paso, muy despacio, las vas contando y miras que estén todas bien. Cuando te vas pasas tan cerca de la 434 que casi le puedes contar los pelos de las pestañas.
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Vas a los acebuches cerca de la pared... |
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...las que están echadas ni se levantan... |
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...y pasas tan cerca que le cuentas las pestañas |
Vas hacia "El Lomo" donde el mayoral repasa el otro lote de vacas. Al pasar por el pilar le das agua a tu caballo y la perra que siempre te acompaña aprovecha para refrescarse también. Llegas a las vacas y en el centro de ellas el conocedor las cuenta y repasa minuciosamente.
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Le das agua a tu caballo y la perra se refresca también... |
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...y observas al mayoral repasando el otro lote de vacas |
Juntos, al son que manda el mosquero de los caballos, dejaís a las vacas detrás. Pasada la cancela os volveís a separar. Él se dirige a los utreros y tu vas a ver a los erales. El sonido de los cascos del caballo te acompaña mientras un águila surca el cielo. Los erales pastan tranquilos. Pasas entre ellos y ni te miran, pero al contarlos te falta uno. Tranquilamente lo buscas. Al pasar por unos cardos ves un avispero y casi al lado encuentras al eral escondido entre el pasto.
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El águila te acompaña hacia los erales... |
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...que pastan tranquilos, pero te falta uno... |
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...buscándolo encuentras un avispero... |
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...y al final lo encuentras escondido entre el pasto |
Entre tanto la tarde va cayendo. Repasas el alambrado de los erales y pasas por el arroyo. Está casi seco pero todavía quedan algunos charcos. Entre las piedras un sapo te mira extrañado. Sigues tu camino y, a lo lejos, te encuentras a los cazadores que vuelven a casa.
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Al pasar por el arroyo te encuentras un sapo... |
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...y más adelante los cazadores, escopeta al hombro, vuelven a casa |
Llegas a las cuadras, duchas a tu caballo y le echas un poco de pienso. Te quitas las botas y antes de subir a tu casa te das un paseo por los cerrados de toros para entretenerte. Uno de los toros te observa sorprendido tras el alambrado. Otro te mira escondido tras los palos. Al poco tiempo se relajan y ya no te hacen caso. Te sientas allí y respiras el olor al pasto que se va humedeciendo con el frescor de la tarde. Una libélula se posa en el alambre delante de ti mientras el negro escarba inquieto.
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Te mira sorprendido tras el alambrado... |
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...y éste se esconde tras los palos... |
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...mientras la libélula viene a verte al alambre... |
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...y el negro escarba inquieto |
El sol está muy bajo y te regala los últimos rayos de luz. Ya te ibas cuando dos novillos empiezan a pelearse. La pelea dura poco porque otro ataca por detrás a traición y uno de ellos no tiene más remedio que huir. Preocupado por lo que pueda pasar esa noche vuelves a casa.
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Antes de irte dos novillos se pelean... |
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...y otro ataca a traición y hace que la pelea termine rápido |
Tras una cena ligera te acuestas. Todavía hace calor y duermes con la ventana abierta. Tras la reja la luna te acompaña esa noche. Un mochuelo suena en la oscuridad y al poco tiempo los toros empiezan a reburdear. Entre el calor y la inquietud empiezas a sudar. La pelea cada vez es más intensa y los mugidos retumban en el silencio de la noche. Pasado un rato los toros se calman y el viento cambia. Una leve brisa entra por la ventana, el cansancio te gana y finalmente te duermes...
Tremenda entrada Alberto para quien conozca el campo y ahora, ya de nuevo en el trabajo, evocadora a más no poder. Tu jornada en Las Cobatillas debió ser magnífica. Envidia sana.
ResponderEliminarFelipe:
EliminarEs resumen de una jornada en cualquier finca, aunque si bien es cierto que me centré mucho en la jornada vivida en Las Cobatillas y la mayoría de las fotos son de ese día.
Además de ver unos toros muy particulares, de un encaste distinto, sin fundas y con una mirada que impresiona es un placer por el ambiente y la naturaleza que rodea a esos toros y por la amabilidad que atesora el mayoral y toda la gente que le rodea. Con estos mimbres cualquiera escribe y hace las fotos.
Un abrazo Felipe y espero que la próxima vez que bajes por aquí nos veamos, que me quedé con ganas de echar un rato de campo con tu agradable compañía.
Bonita entrada Alberto. Acabo de aterrizar del norte y todavía me estoy poniendo al día. No creas que he estado en la feria de Bilbao, para nada. He aprendido a huir de lo que es una plaza de toros. He estado buscando paz y créeme que la he encontrado.
ResponderEliminarUn saludo.
MARIN:
EliminarHay veces que es bueno desconectar un poco hasta de nuestra afición. Me alegro de que hayas encontrado esa paz que buscabas y que te hayas despejado un poco. La verdad para lo que se ve ultimamente en la plaza es mejor irse a otro lado a despejar un poco la mente.
Me alegro mucho, pero ¡nunca olvides del todo al toro, aunque sea en el campo!
Un abrazo MARIN y me alegro muchísimo de que el viaje haya merecido la pena.
Artista, mejor no podia ser narrado!!! con esa educacion y ese respeto que demuestras por lo antaño y por las canas del que te narra cada historia es normal que nunca se te cierre la puerta de ningun cortijo, enhorabuena una vez mas amigo.Y MUCHAS GRACIAS....
ResponderEliminarQuerido amigo Anónimo:
EliminarEse respeto es lo mínimo que se merece esa persona. Hay veces que lo que más me gusta de un día de campo no son las fotos ni ver los toros, es escuchar y aprender de una persona como él y verlo en acción en su trabajo diario. Hay veces que más que respeto es admiración. A mi no me des las gracias ¡Muchísimas gracias a ti!
Un abrazo.
Buenas tardes,Alberto:Eres un ser privilegiado.Tienes importantes contactos y recursos para vivir a fondo el mundo que te apasiona y además lo cuentas con tanto realismo que al leer tus historias me siento el protagonista.Por todo ello te doy las gracias ya que me tengo que conformar con observar las dehesas desde las carreteras y carriles,detrás de los alambrados.Un abrazo y...queremos más.
ResponderEliminarPaco Gallardo:
EliminarSinceramente cuando puedo disfrutar del campo y del toro me siento un ser privilegiado y con mucha suerte, y en esos instantes me acuerdo de muchos aficionados al toro y al campo y me gustaría que tuviesen la misma suerte que yo. Por ello tuve la idea de hacerme el blog, para poder compartir con los aficionados al toro la suerte que tengo. Desde aquí intento que os sintáis en el campo y junto al toro. Si encima lo consigo aunque sea de vez en cuando hace que todo el trabajo y el tiempo dedicado al blog tenga sentido. Muchas gracias por darme ánimos a seguir.
Un abrazo y ¡tendreís más!
Alberto:
ResponderEliminarSiempre me quema el ver pasar tus entradas y no poder leerlas, pero hacerlo seguido, una tras otra, te mete en ese ambiente y hasta sientes el calor y el polvo flotando. Que cuatro líneas tan llenas de calma y belleza, cuanta armonía y tensión, pues uno parece que espera que se te revuelva una vaca. El final me ha encendido una bombilla, algo sobre lo que le explicaba yo a mis hijos hace poco y es sobre los sonidos que hacen los toros. Mi torerita estará encantada, pues pensaba que los toros sólo mugen.
Un abrazo
Enrique:
EliminarMuchas gracias pero me queda mucho que aprender en esto de la escritura. No llego al tremendo nivel que tienes escribiendo, pero si al menos consigo que te sientas por un momento en el campo y que se te ocurra algo que explicarle a esos magníficos aficionados que se están forjando ya hace que me sienta plenamente satisfecho.
Por cierto ahora ha sido al contrario y me has encendido una bombilla con tu comentario. Algún dia escribiré algo sobre los sonidos que hacen los toros.
Un abrazo y ¡muchísimas gracias!