Estamos, aproximadamente, a mitad de otoño. Estás en la ciudad y pareces entristecer. Los días se vuelven mucho más cortos, el frío comienza a aparecer y el invierno espera a la vuelta de la esquina. Frente a tu ventana un árbol caduco tira sus hojas mientras las nubes aparecen. Las primeras lluvias llegan y te molesta. Te mojas al coger el autobús y te estropea algún que otro plan. Hay veces que, por el frío, las mantas te abrazan y parecen no quererte dejar escapar de la cama. Tu estado de ánimo decae y esperas con ansia que llegue de nuevo la luz y el calor. Un fin de semana cualquiera, para salir de tanta monotonía y desánimo, decides ir al campo bravo.
|
Decides volver al campo bravo... |
Te levantas temprano y coges el coche. Cuando vas llegando al campo apagas la radio, bajas la ventana y sientes una brisa fresca. Al poco tiempo empiezas a sentir frío pero con él entra un suave olor a tierra mojada por la humedad de la noche que no te quieres perder. Conduces despacio por un camino que parte el campo en dos y vas inquieto porque tienes la sensación de que el sonido y la luz del coche le molestan a la noche. Al llegar te pones la gorra campera y sientes aún más frío que en la ciudad pero parece que pasas desapercibido y eso te tranquiliza. Paladeas ese suave olor y, casi de puntillas, te acercas a la casa del mayoral. Él ya no está allí. Supones que estará echando de comer a los toros y vas andando a buscarlo.
Al principio no ves nada pero pronto tus ojos parecen olvidar las farolas de la ciudad y te acostumbras a la tenue luz de la luna. Andas despacio, escuchando cada sonido que produce el campo y al llegar a un suave cerro escuchas el tractor a lo lejos. Te dejas guiar por tus oídos y al poco rato encuentras el tractor parado en un cerrado. Te acercas, saludas al mayoral y, con las luces apagadas, le ayudas a echar el pienso en los cerrados que quedan. Una interesante charla de actualidad taurina hace que el tiempo pase volando y casi sin darte cuenta ha amanecido. Los primeros rayos de luz te alivian el frío un poco y vaís hacia las cuadras.
|
Al amanecer terminas de echar el pienso... |
El mayoral te dice el caballo que tienes que coger y mientras le pones la montura aprovechas para calentarte las manos sobre el pelo del animal. Te montas en el caballo y acompañas al mayoral a repasar el ganado. El sol ya calienta más y no tienes frío. Entonces, poco a poco, la naturaleza te va cambiando el ánimo y el punto de vista con el que ves el otoño. Desde que visitaste por última vez el campo ha llovido algo y el ambiente parece más limpio. El polvo se ha asentado y en los bajos la hierba comienza a crecer. Todavía queda pasto pero las vacas buscan por debajo los tiernos brotes verdes que la naturaleza les ofrece.
|
Aunque queda pasto, prefieren la hierba verde que empieza a nacer... |
Te acercas a las vacas y, entonces, esta época te empieza a gustar todavía más. Algunas vacas han parido ya y observas a los becerros con tan sólo varios días de vida. Uno, por el cerro, corre con el rabo levantado tras la vaca mientras otro te observa desafiante sin separarse de su madre. Tranquilamente, al paso, disfrutas de este momento. Buscando al resto de vacas encuentras, por casualidad, a un becerro durmiendo plácidamente, perfectamente escondido.
|
Un becerro corre con el rabo levantado tras la vaca... |
|
...otro te mira desafiante protegido por su madre... |
|
...y más adelante te encuentras a un becerro negro durmiendo escondido |
Poco a poco repasas con el mayoral todas las vacas. Observas a una negra entrepelada, muy joven, que está casi para dar a luz. La vaca te mira indiferente y sigue comiendo, pero a ti te llama la atención la ubre incipiente y el posible parto. Mientras observas a la vaca el ruido que hace un becerro jugando a camuflarse entre los cardos te distrae y sigues tu camino.
|
El ruido que hace un becerro entre los cardos te distrae... |
Tienes que ir a "El Lomo Bajo" donde está el otro lote de vacas. Pasas cerca de un cerrado de toros y sueñas con que vayan a una plaza de categoría. Incluso piensas en los toreros que los lidiarán y cual podría ser su juego. Mientras tu le das vueltas a tu pensamiento uno de ellos remueve la tierra húmeda con sus pezuñas para echársela a la cara.
|
Uno de ellos remueve la tierra húmeda para echársela a la cara... |
Entretanto llegas del cerrado de las vacas. Están bastante lejos, más allá del arroyo, y tienes que ir a verlas. Ha pasado casi toda la mañana rápidamente, mucho más rápido de lo que hubiese pasado en la ciudad. Es casi mediodía y el sol otoñal calienta un poco más. Te quitas el chaleco y lo amarras a la montura. Desde la lejanía una cárdena muy seria te observa extrañada. Al pasar por el arroyo una bonita mariposa se luce en la tierra mojada por las últimas lluvias y unos trancos más adelante se encuentran las vacas. Te llama la atención una que está un poco más alejada del resto. Te acercas a ella y está tranquila, pero crees que está a punto de parir. Sin molestarla te alejas de allí.
|
Una cárdena seria te mira extrañada... |
|
...la mariposa se luce elegante en la tierra del arroyo... |
|
...y la que estaba alejada parece estar a punto de parir |
Mientras repasas a las últimas ves a un becerro mamar. Te acercas despacio, sin querer molestar, y la madre te mira. Tras unos segundos la vaca parece aceptar tu presencia y te acercas un poco más. Lo haces así un par de veces y ya incluso escuchas al retoño mamar. Estás viendo a un futuro toro bravo alimentarse de la bravura de su madre. Ves como va cambiando de pezón y como incluso le gotea la leche en la cara. Al poco rato el becerro se separa de su madre y te mira satisfecho. En su cara salpicada de pelos blancos se puede ver que está harto, casi empachado. Entonces tu estómago parece acordarse que desayunaste cuando aún era de noche y que ya es mediodía. Es hora de ir a comer. Al paso vuelves hacia la casa.
|
Te acercas poco a poco, sin molestar... |
|
...y llegas a escuchar al becerro mamar... |
|
...observas como va cambiando de un pezón... |
|
...a otro... |
|
...y como se alimenta de la leche brava de su madre... |
|
...hasta quedar harto, casi empachado |
De camino a casa piensas en la cárdena aquella que estaba sola, en la mariposa y en los becerros. Entre pensamientos, dándole vueltas a la cabeza, llegas a la casa. El perro te espera delante de la puerta entreabierta que por su hueco deja salir un delicioso olor a cabrillas con tomate. Quizás te esté empezando a gustar esta época del año...
Ya te chaba de menos, pero lo que son las cosas, no te has resistido a volver a la querencia.
ResponderEliminarDa gusto leerte porque parece que va uno contigo por el campo. Ánimo que ya va quedando menos para las vacaciones.
Por cierto, mi suegro y mi mujer dicen que son mejores los caracoles chicos que las cabrillas. Yo no estoy de acuerdo. ¿Tu que piensas? Un abrazo.
F.Romero:
EliminarFelipe la querencia es la querencia y, tarde o temprano, siempre acabo volviendo a ella. Si fuese toro sería uno de esos "aquerenciados" que cuesta un mundo sacarlos del cerrado.
Me gusta que parezca que me acompañaís al campo porque es lo que pretendo, que se conozca esta faceta tan importante del mundo del toro.
Felipe ¿qué es mejor uno de Cuadri, uno de Miura, uno de Ana Romero, uno de Cebada...? Son diferentes. Todo depende de como salga el toro ¿A qué si salen buenos son todos una delicia? Pues lo mismo pasa con los caracoles y las cabrillas. Bien hechos son ambos una delicia.
Un fuerte abrazo y espero verte por aquí abajo para que no tenga que parecer que vienes conmigo al campo y vengas de verdad.
Así será. Ya sabes que en cuanto haya unos días de vacaciones bajaremos por allí y aprovecharemos para ir al campo.
EliminarUn abrazo.
Alberto, bajas la ventana de tu coche, porque fumas, no?
ResponderEliminarUn placer siempre renovado a seguirte en el campo. Gracias
Un abrazo
Anónimo:
EliminarNo fumo, primero por la salud y segundo porque no apreciaría bien esos olores tan perfectos y tan agradables con los que nos deleita el campo. Oler el campo es una delicia demasiado grande como para "camuflarla" con el olor del tabaco.
¡Muchas gracias a ti! El placer es mío.
Un abrazo.
A mi es la época del año que mas me gusta Alberto. Me gusta ver nacer la primera otoñal, ver como los becerros acusan menos el calor y corretean mas, ese olor a tierra mojada, el ver el agua correr por los arroyos. Ya ves, los que somos de campo no queremos la ciudad ni a tiros.
ResponderEliminarYa te echaba de menos. No nos dejes tanto tiempo "colgados" chaval. Un abrazo.
MARIN:
EliminarA mí es que me gustan todas. Toda época del año tiene algo que me atrae y, en el campo, muchísimo más. Cada día estoy más convencido de que la naturaleza es un poco "mágica" y el toro bravo también.
La ciudad no la quiero ni ver Marín. Estoy aquí y estoy contando los días para volver a pisar algo que no sea asfalto. Cuando ya llevo mucho tiempo aquí incluso me empiezo a agobiar. Mis amigos, de broma, dicen que necesito "retozar como los caballos" y yo creo que muy equivocados no están.
Espero sacar tiempo para no tener que dejaros tanto tiempo colgados Marín. Un fuerte abrazo y ¡muchísimas gracias!
Alberto,otra lectura placentera que nos ofreces ¡qué bonito ese ganado cárdeno! Lástima que haya llovido tan poco.A estas alturas del otoño el campo debería estar verde y la hierba con altura,pero no,incluso se está secando la otoñada.¿Te acuerdas del otoño pasado?Fue espectacular.Un abrazo.
ResponderEliminarPaco Gallardo:
EliminarQuerido Paco el campo está pidiendo agua a gritos. Hace falta que llueva ya en condiciones. Han caido cuatro gotas y ha nacido la otoñada y, practicamente, ya se ha secado. Pero bueno la naturaleza es así de caprichosa.
El otoño pasado fue espectacular. Era una maravilla pasear por el campo. Pero, por desgracia, todos los años no vienen así de buenos ¡que le vamos a hacer!
Un abrazo amigo Paco y ¡muchísimas gracias!
Buenos dias Alberto. Yo tal como lo narras, me encanta esa epoca del año. Que por los sures, me da que parece hasta primavera.
ResponderEliminarUn saludo.
Kaparra
Kaparra:
Eliminar¡Es que en el campo todas las épocas del año son bonitas! Por desgracia, como comenta el amigo Paco, está siendo malo el otoño. Parece más verano que primavera. A ver si llueve ya algo porque el campo está pidiendo agua.
Un saludo y ¡muchas gracias Kaparra!
El anonimo que te habla de fumar es Pedrito. Perdón, yo no queria sumar anonimo, me hé equivocado. Yo hé fumado hasta los 58 años de edad, y hoy desde cerca de 17 años, hé descubrido la alegria de olear sobre todo en el campo los olores, por ejemplo la del zorro. Felicidades de no fumar!
ResponderEliminarAbrazo
Alberto:
ResponderEliminarYa ves que yo ando a mi ritmo, que me pongo a leer esto ya en unvierno, pero lo disfruto igual o más. Chico, me da apuro opinar sobre tu escrito, porque me parece que me voy a repetir y que lo que te puedo decir no tiene valor, pues siempre te digo lo mismo, lo que me gusta leerte, lo que lo disfruto y las sensaciones que me producen tus letras, pero es que es verdad, que coño, es que hasta te veo andar a oscuras, encontrarte con el mayoral y siento el paseo a caballo viendo el ganado. Te traslado la propuesta que muchos me hacen a mí, ¿para cuando un libro? No tengas prisa, pero tampoco lo dejes apartado.
Un abrazo
Enrique:
EliminarEso es que me miras con buenos ojos y te parece mejor de lo que es. Me gustaría escribir un libro, hasta me apetece, pero no me veo capacitado. Creo que me falta mucho que aprender para poder llegar a escribir un libro. Pero Enrique, con lo bien que escribes tu, te devuelvo la propuesta ¿por qué no te lanzas a la aventura de escribir un libro? Viendo como escribes seguro que lidiabas ese toro con soltura y se de muchos que estarían deseando ver esa faena (yo el primero).
Un fuerte abrazo y ¡muchísimas gracias!