viernes, 29 de marzo de 2013

Paco "El Casero" y el becerro huérfano

Semana santa. Santa por dos veces. Por la religiosidad y por el descanso. No el descanso de dormir sino el de cambiar de aire. Porque después de tanto tiempo en Cáceres estos días me olvido de todo. De los estudios, de dormir, de comer y, como habreís comprobado, casi del blog. Me dedico a levantarme temprano y a pasear por el campo, a ver los toros y las vacas, montar a caballo, ver las procesiones y visitar a la familia. Porque si clásico es para mí visitar el campo cada vez que vengo a casa, más clásico todavía es la visita a casa de mi abuelo.

A la hora de merendar. Estufa, infusión de manzanilla para cada uno y, tras las novedades, la consiguiente charla de toros. Él habla y cuenta, yo escucho y pregunto para enterarme de más. Anécdotas a montones, toros, toreros y campo y la tarde se pasa volando. El otro día recordamos a Paco "El Casero".

Paco era un hombre muy bajito, no sé si llegaría al metro y medio, que vivía en el cortijo de "La Quinta" y era una persona muy "apañá". Recuerdo cuando mi abuelo se ponía a hacer los lotes en el despacho que me mandaba con Paco y con él aprendí a sembrar patatas, a regar el huerto, a enseñarle cosas al perro y luego, antes de irme de nuevo con mi abuelo, siempre me daba un refresquito como recompensa a mi trabajo o más bien a mi estorbo, porque siendo tan pequeño deshacía más de lo que hacía.

Pues bueno, después de recordar todo eso al calor de la estufa, ya cuando me iba a ir, mi abuelo me dice: "¿Te he contado alguna vez lo que le pasó a Paco "El Casero" con un becerro?" Le dije que no ansioso porque empezara y, tras un sorbo de manzanilla, empezó a contarme: "¿Te acuerdas que Paco era muy chico no? Pues bueno, una mañana estaba yo en el despacho cuando llega el mayoral y me dice: -Antonio ¿por qué no se llega usted con el coche al "Pozo del toro" para recoger un becerro recién nacido que se le ha muerto la madre de parto y no me lo he podido traer porque llevaba un potro? Le dije que sí y se me ocurrió llevarme a Paco para que me ayudase a abrir las cancelas y a atrapar y a sujetar al becerro mientras yo conducía el coche. Al poco tiempo llegamos al sitio. Estaba cerca de las palmas que hay en la cancela que linda con "La Canaleja". Todavía estaba medio sucio junto a su madre, una vaca vieja negra bragada. Como el coche no pasaba debido al barro, porque aquel año llovió casi como éste, le digo a Paco, que llevaba botas de agua, que lo coja y lo meta dentro del coche. Entonces, para mi sorpresa, el animalito, con tan sólo varias horas de vida, se levanta y se arranca. Debido a la poca estatura de Paco, el becerro le dió con el testud justo en "sus partes". El pobre hombre se encoge de dolor, se pone la mano ahí y entre lamentos y lagrimones le dice al becerro: "Pero hijo de p... si a tu madre no le ha dado tiempo a decirte nada ¡quién coño te ha dicho a ti que hay que embestir!"

Entre risas, con el recuerdo de aquel hombre tan bueno y trabajador, me tomo la manzanilla fría porque con tanta charla incluso se me olvidó y me despido de mi abuelo hasta la próxima merienda. Vuelvo a casa con la sonrisa en la cara por tan buen rato, por haber escuchado una anécdota tan graciosa y por volver a pensar en ¿por qué embisten?, por volver a pensar en ese misterio, en ese secreto, en el secreto de la bravura.

6 comentarios:

  1. Que me gustan estas cosas Alberto. Que suerte tienes con tu Abuelo, ojalá Dios le de muchos años mas para que no te falte nunca esa sabiduría.

    He visto a muchos becerros hacer esto de embestir a las horas de nacer. Como tu dices, el secreto de la bravura y la casta. Recuerdo una becerra, en la casa Cuadri como no, que tambien se le murió la madre al nacer. El guarda de la casa, el bueno de Lazaro (D.E.P), la crió a biberón y la tenia en un box de los caballos. Cuando ibamos a darle su biberón se iba a la esquina mas alejada del box y luego se volvia con el rabo levantado y te pegaba en las rodillas, sobre todo cuando le quitabas el biberon de la boca. Al principio hacia gracia, pero con el tiempo jodia un rato.

    Despues tambien recuerdo a Juanjo, un trabajador al que le daba pánico el ganado. Un hombre de campo de toda la vida pero con un corazón infinito. Un dia, por darle una broma, le dieron por amarrarlo a un alcornoque en el cercado de los utreros. Nos echamos unas risas, no sé como no le dio algo, pero las risas se acabaron cuando lo soltaron de aquel alcornoque. Todo quedo en una broma.

    Estoy esperando a que salga de madrugada (a las 4) Jesus el Nazareno de Huelva, del que soy bastante devoto, y leyendo tu blog la espera se me hace mas corta. Gracias por alegrarme la madrugá. Un abrazo Alberto.

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    1. MARIN:
      Eso espero, que mi abuelo esté mucho años más enseñándome cosas de campo y de toros. Es una persona excepcional y que sabe de este mundo mucho más de lo que yo llegaría ni en cuatro vidas.

      Marin son historias preciosas que jamás se olvidan. Son recuerdos tan buenos que siempre estarán ahí al igual que esas personas aunque ya no estén. Por eso me he decidido ha escribir sobre anécdotas de campo y de toros. Serán de mi abuelo, de mi hermano, propias o contada por algún vaquero o mayoral de nuestro campo bravo.

      Marin me alegro de haberte hecho la espera más corta. ¿Estuvo bien la procesión? Mi hermandad el miércoles no pudo salir por el agua pero una de Chiclana a la que también soy bastante devoto si pudo lucirse el Lunes Santo.

      Un abrazo MARIN.

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  2. La entrada de hoy, como casi todas, simplemente magistral.

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  3. Anecdotas y historias como esa son verdaderos rayos del sol de la juventud que no se pueden olvidar. Todos nosotros tenemos recuerdos como tuyos de nuestra nineza o juventud, los mios tambièn tratan del campo y de la naturaleza, de ganado, de becerros, de vacas malas o buenas- yo fué pastor de cien cabezas de ganado domestico durante mis vacaciones, de 8 a 18 años de edad- pero, lo lamento, nunca de toros.
    Por eso tus bonitas entradas sobre la bravura y todo que concerna el ganado, la tierra, el campo, siguen darme un gran placer
    Abrazos

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    1. Pedrito:
      Historias y anécdotas inolvidables. Como bien dices desde niño, y ahora de joven, tengo muchísimos recuerdos, millones de anécdotas que jamás olvidaré.

      Estando con vacas tantos años seguro que tienes muchísimos recuerdos de aquella época. Y aunque no sean toros, historias también hay a montones. Como muestra decirte que la única vez que una vaca me cogió a caballo fue una vaca mansa que se arrancó sin esperarlo. Para que veas que no siendo bravas también dan pie a estas historias inolvidables.

      Un abrazo Pedrito. Muchísimas gracias.

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