Ya hemos visto como el becerro, a pesar de tener escasos días, se relaciona, juega y se pelea con sus compañeros. Esto no quiere decir que pase poco tiempo con su progenitora. Una manera de aprender a vivir en la naturaleza es imitando a su madre. No es raro llegar al campo y la vaca, debido al supuesto peligro, se "encampana", se estira, te avisa con la mirada de la posible arrancada. Y es curioso como el becerro, imitando a su madre, hace exactamente lo mismo como si él también se fuese a arrancar.
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El becerro, como su madre, atento y avisando al extraño de la posible arrancada |
En lo respectivo al juego, el becerro también juega con la vaca. Es común ver como el becerro ensaya las embestidas que algún día empleará contra sus hermanos de camada o con el caballo de picar, contra su propia madre. Mientras la vaca descansa echada al sol o mientras se alimenta de la hierba verde que empieza a nacer, el becerro, revoltoso como un niño pequeño, se pasa el rato molestando a su madre con embestidas en las que incluso empuja como lo hará en el peto. La vaca normalmente no le hace mucho caso, pero si le molesta demasiado le puede dar una reprimenda para que la deje tranquila.
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La vaca echada y el becerro jugando a embestir.. |
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...e incluso empujando |
Vimos en otras entradas como el becerro iba adquiriendo costumbres que mantendrá toda la vida como rascarse en los escarbaderos. Pero también puede rascarse en el cuerpo de su madre o incluso en sus propios cuernos.
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El becerro se rasca sobre el cuerpo de su madre... |
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...sobre los cuernos... |
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...e incluso sobre la misma cara de la vaca |
También vimos como la vaca, cuando el becerro estaba recién nacido, lo lame para limpiarlo y darle calor. Ahora que el becerro está un poco más grande pueden cambiarse las tornas y sea él el que lame a su madre.
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Ahora es al contrario, el becerro lame a la vaca |
Si la vaca observa algo extraño o algún peligro rápidamente busca a su becerro entre el lote de vacas. El retoño se pega al costado de su madre y, normalmente, la vaca se va hacia otra parte del cerrado con su becerrillo pegado a la cola para evitar cualquier posible peligro para su hijo. En otras ocasiones si la vaca considera que no tiene salida hacia su querencia puede llegar a arrancarse para defender a su hijo siendo un peligro sobre todo si vas andando.
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Lo normal es que la vaca se lleve a su becerro hacia otra parte... |
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...pero también puede ocurrir que la vaca se arranque |
Si por el ajetreo vaca y becerro se separan, al rato, cuando la madre considera que el peligro ha pasado, berrea llamando a su hijo buscándolo por todo el cerrado. La búsqueda no suele durar mucho puesto que el becerro nada más escuchar a la vaca le constesta con su agudo berreo.
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El becerro, si escucha a su madre, le contesta para volverse a encontrar |
Así, entre la tranquilidad predominante de la dehesa, entre muchos ratos de juegos y peleas con sus compañeros, entre el sesteo y la curiosidad, y siempre bajo la atenta mirada de la vaca, el becerro va creciendo casi sin darse cuenta, y sin saberlo, aprovecha los últimos días que le quedan junto a su madre...
Alberto: Es una gozada leer estas entrada sobre la vida en los cercados, sobre todo para los que no los visitamos tanto como nos gustaría, que serían todos los días...
ResponderEliminarUn saludo
Juselín:
EliminarMe alegro de que te gusten. Pienso que la vida del toro en el campo habría que divulgarla mucho más ya que le haría mucho bien a la fiesta, por eso me decidí a emprender la aventura de este blog y, en concreto, de esta sección de la vida del toro.
Un saludo y muchas gracias por pasarte por aquí.
Me recuerdo cuando con mi mujer visitabamos el campo charro: desde la ruta o el camino, yo llamaba al ganado de madres y becerros: ellas, quince, veinte, treinta, se acercaban de nosotros, de frente, meneando las cabezas, pareciendo decirme: acercate, hombre, vèn alli, vamos a aprenderte las reglas... Que imàgenes bonitas !!! Y que buenas entradas escribes, Alberto, para los que gustan a la naturaleza misteriosa!
ResponderEliminarAbrazo
Pedrito:
EliminarBuena anécdota, pero seguramente si hubieses entrado en el cerrado todas se hubiesen vuelto hacia su querencia rápidamente. Pero claro si no hay 100% de posibilidades de que se vuelvan ¡a ver quien es el listo que entra!
Me alegro mucho de que te gusten estas entradas. El campo es fundamental en la fiesta de los toros.
Un abrazo y muchas gracias Pedrito.
Alberto:
ResponderEliminarQué preciosidad de relato. No he podido evitar estar sonriendo, viendo cómo el becerrito no para de molestar. Cómo lo cuentas chaval, siempre me gustan mucho tus entradas, pero siempre hay alguna que nos toca un poquito más, quizá por el momento en que nos pilla. De lo que no hay duda es de la afición que rebosas, del saber y de las horas que te has tenido que pasar sentado en el campo observando al toro. Enhorabuena. Un gusto, sí señor.
Enrique:
EliminarAnte todo muchas gracias. Creo que exageras en los halagos. Lo que si es verdad son las horas que he pasado en el campo. Recuerdo cuando de pequeño, en vacaciones, todos mis amigos se levantaban tarde y yo me levantaba a las siete de la mañana y me iba con los vaqueros al campo. Todavía lo sigo haciendo y para mí es lo más bonito del mundo.
Tras tantas horas en el campo al lado de los vaqueros y junto al toro no te queda más remedio que aprender algo. Lo poco que se no es mérito mío sino de ellos. Lo único que espero es poder seguir aprendiendo y seguir escribiendo entradas de esas que os gusta un poquito más.
Un abrazo Enrique y muchísimas gracias.